De Espuma de Mar
Por: Mariana PÉREZ OCHOA
En diversas ocasiones hemos escuchado esa desgastante narrativa de que los mexicanos somos flojos, y se repite dentro y fuera de México, a través de la televisión, el cine, en las empresas con condiciones laborales precarias, en el país vecino por razones xenofóbicas y de poca comprensión de la realidad sociocultural de las y los mexicanos. Y a veces nos creemos ese discurso totalmente alejado de la realidad.
Hay una contradicción muy clara al descubrir que México es el país en el que se trabajan más horas al año, con un promedio de 2,128 horas, y representan menos productividad en salarios y en PIB, esto según la Organización para la Cooperación y Desarrollo Económico (OCDE).
Esta cifra sitúa a las y los trabajadores mexicanos muy por encima de los trabajadores de países como Dinamarca o Alemania, donde el promedio anual de horas trabajadas es considerablemente menor (¡trabajamos 757 horas más al año que los daneses!). A pesar de esto, México también se encuentra entre los países menos productivos de la OCDE, lo que plantea una contradicción difícil de ignorar: más horas de trabajo no se traducen en una mayor productividad ni en salarios más altos.
Este fenómeno expone una problemática estructural en la economía y el mercado laboral mexicano. Los salarios en México, en muchos sectores, son bajos en comparación con otros países que tienen jornadas laborales más cortas, lo que genera una situación de desequilibrio. Las personas trabajan más, pero no ven reflejado su esfuerzo en términos de bienestar económico o calidad de vida.
En suma, también es uno de los países con menos vacaciones, lo que evidencia un problema estructural en el mercado laboral. Solamente son 6 días de vacaciones mínimas en un año, en comparación con otros países de la región, como en Colombia, Chile y Guatemala que son de 15 días, o bien en el caso de Panamá y Perú, que son 30 días.
Por si fuera poco, que de hecho parece una broma muy deprimente e irónica, México también es de los países con menos semanas de incapacidad por maternidad y paternidad, en esta última, solamente dan una semana, a pesar que “deberían” ser iguales, para lograr que hombres y mujeres tengan la misma oportunidad de cuidar de su recién nacido, la incapacidad por paternidad mexicana es 10 veces menos que el promedio de la OCDE.
Las largas jornadas de trabajo, junto con la falta de protección laboral, seguridad social y oportunidades de desarrollo profesional, crean una situación de explotación en lugar de incentivar el bienestar y la productividad.
Mejorar las condiciones laborales no solo es una cuestión de derechos humanos, sino también una estrategia para mejorar la productividad y la competitividad de las empresas mexicanas. Sin embargo, el reto reside en convencer a los sectores empresariales y políticos de que una reducción de la jornada no se traduce en pérdidas económicas, sino en una inversión en el capital humano que, a largo plazo, puede generar mayores beneficios.
En el marco internacional de la Agenda 2030, México ha asumido el compromiso de avanzar en estos objetivos, pero la realidad de la explotación laboral y las largas jornadas de trabajo ponen de manifiesto desafíos significativos con muy poca atención. El Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) 8, que se centra en «Trabajo decente y crecimiento económico», es fundamental para abordar las problemáticas descritas en el contexto laboral de México. Este ODS busca promover un crecimiento económico inclusivo y sostenible, el empleo pleno y productivo, y el trabajo decente para todos.
Este panorama refleja una dinámica de explotación laboral, donde las personas trabajan excesivamente sin recibir a cambio una compensación justa. Esta situación se agrava en sectores informales, donde las jornadas pueden ser incluso más largas, sin beneficios legales ni un entorno seguro.
Además, el incumplimiento o la falta de aplicación de las leyes laborales en muchos casos facilita este ciclo de explotación. A pesar de que existen regulaciones sobre la duración de la jornada laboral, el descanso y el salario mínimo, estas leyes no siempre se respetan. Muchas empresas, aprovechándose de la debilidad en la supervisión y sanción, imponen cargas de trabajo desmedidas y condiciones desfavorables, lo que perpetúa la precarización.