Mucho gusto

Ser afortunado
Parte II
Por: Alberto LLANES
Antes de llegar al casino del Sutuc, no sé en qué momento y no sé porqué motivo, la suela de mis tenis «que procuré que combinaran con mi playera roja roja», se desprendió. Esto lo empecé a sentir por ahí a la altura del restaurante «El atracadero»; ya sabes, das un paso y siente algo incómodo al momento de colocarlo, otra vez, en el suelo.

De inmediato pensé que había pisado un chicle y este se pegaba al asfalto, caliente e impedía dar mi zancada con normalidad. Sin embargo, al agachar la vista lo comprendí todo. Media suela de los tenis, del pie derecho, estaba totalmente desprendida. Ni hablar… tendría que seguir así.

Dije que eme se había despedido de mí y ella se fue al Museo Regional de Historia y yo a la comida. Cuando yo recibí mi playera le dije a eme que me iba a sacar algo, que esta vez iba a ganarme algo, que lo sentía, que estaba seguro. Eme me dijo que ojalá, así que yo iba seguro con esto, no pensando en este asunto, no, pero sí iba seguro, a lo mío, desfilar, gritar, hacer mis pasos, de paso ejercicio, sudarle tantito al día y, bueno, ahora con la suela del zapato totalmente desprendida.
Al entrar al recinto universitario para continuar con el festejo y dar paso a la comida que se hace y ofrece en estos casos; el grupo de amigos que íbamos en la marcha: Memo, Eme, Deisy y yo «y algunos más que nos encontramos y desencontramos en el camino» nos fuimos haciendo menos, al final solo quedamos Deisy y yo. Totalmente al azar «ese día el azar jugó un gran e importante juego». Entonces, de nueva cuenta al azar, elegimos quién haría fila para comprar los boletos para la rifa y quién buscaría la mesa, el espacio, donde se viera bien, se escuchara mejor, estuviera fresca y si se pudiese, debajo de un ventilador, mejor. Deisy dijo que ella hacía la fila y yo buscara la mesa con esas cualidades «ardua tarea para un alguien como yo». Le extendí un billete de doscientos pesos a Deisy y le encargué tres boletitos «los que, desde que se hacen estas rifas en este tipo de eventos, por lo general siempre compro», dos de cincuenta pesos, uno de cien. En ese momento decreté, con el pensamiento, que iría por la quiniela de cincuenta pesos…
Me moví lo más rápido que pude para ir a sentarme a un lugar donde pudiéramos estar cómodamente «en la medida de lo posible» entre los cientos de universitarios que se dan cita ahí para lo mismo, festejar a nuestro sindicato «la otra marcha similar es la que se hace en el día del trabajo». A la distancia hice contacto visual con Deisy y le pregunté, a señas, el lenguaje universal, que si ese lugar estaba bien. De la misma manera, a señas, me dijo que no, que le buscara otro. Volví a moverme lo más rápido que pude hacia otro lugar, al llegar, a parte tres o cuatro lugares «por si Memo regresaba, por si Eme se desocupaba pronto y quería ir, por si alguien se encontraba con nosotros y no hubiera encontrado lugar o no tuviera uno». Volví a hacer contacto visual con Deisy y, de la misma forma me respondió que sí, ahí mero era. Me senté y bebí un poco de agua mineral… La suela del zapato a cada paso me recordaba que estaba desprendida y cada vez más…
(Continuará)