Navidad a pesar de todo
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO
La navidad tiene un doble rostro: el de la felicidad y armonía familiar, pero también el de la tristeza personal.
La alegría colectiva genera un incómodo contraste con la sensación de pesadumbre de muchos seres desafortunados, sea por la circunstancia de vida o las malas decisiones. No es casual que se multipliquen los suicidios en la temporada. Es como si las luces y las notas musicales brindaran un contraste terrible frente al ánimo derrotado e indefenso de quienes sufren.
Pero la Navidad tiene otro rostro, apenas advertido: el de quienes se dedican a dañar a otros por asuntos personales o de negocios. Me imagino que los afectos a la vida criminal no pueden celebrar con alegría una fiesta fundada en valores que les son antagónicos. Quisiera pensar que un vendedor de droga, un sicario o cualquier asociado similar, pueden suspender sus actividades para correr a comprar regalos y reunirse en paz con sus familias, pero no lo creo posible. Ello abriría una ventana a la meditación sobre el lado oscuro de la existencia y a nadie le gustan los espejos donde se muestra el alma.
Lo probable, en todo caso, es que en esta misma ciudad donde hacemos las compras navideñas y alimentamos ilusiones, muchos planifican la muerte de otros. Cuando lo logren, los involucrados podrán refugiarse en alguna casa de seguridad donde beberán hasta el delirio, pero no los creo capaces de llegar a abrazar a sus familias mientras se desean paz. Bueno, eso que les ocurre a estos personajes le sucede también a la sociedad mexicana: cada vez es más difícil desearnos paz mientras las muertes, la corrupción, los chantajes y las amenazas se reproducen en todas las esquinas.
Hace algunos años las buenas conciencias mexicanas se horrorizaban de lo que sucedía en Jerusalén o cualquier territorio del Medio Oriente. Hoy no tenemos nada que envidiar a esos lugares que parecen alejados de la mano divina. Los muertos están por aquí, siguen por aquí, se reproducen por aquí, cada vez más cerca de nuestras modestas existencias.
En muchos lugares del país, incluyendo el nuestro, la cantidad de homicidios en un fin de semana puede ser mayor que el de una zona en guerra, incluyendo Ucrania. No, no es exageración. Ojalá lo fuera.
¿Qué sucederá hacia el siguiente ciclo? No parecen surgir signos alentadores y es justo suponer que todo empeorará.
Reunirse con la familia y compartir buenos deseos se está convirtiendo en un acto de rebeldía, en una legítima protesta contra una sociedad que se descompone y gobiernos que ayudan a esa descomposición.
Es como decir que aquí, en este pequeño círculo, se sigue creyendo en la esperanza, aunque allá afuera la vulneren y hasta la destrocen.
No es poca cosa: habrá que seguir peleando así. Feliz Navidad.