Por: Noé GUERRA PIMENTEL
Cual hipótesis revisionista de la historia de bronce a últimos tiempos se ha difundido la versión de que la serpiente del águila no existe en los documentos originales, especie que se afirma a partir de los estudios del aztequista Gary Jennings y que publica en su libro “Azteca”, en el que la bandera de la capital mexica muestra como escudo un águila que sostenía en su pico –abierto- no una serpiente, sino el símbolo de atlachinolli (agua que arde, en Nahuatl), un símbolo profundo y significativo pero que nuestros también ancestros, los conquistadores europeos, confundieron (quizá por desconocimiento de los significados de la grafía local) con una serpiente resistiéndose a ser devorada.
En realidad, lo que ahí aparece, según Jennings, es el corazón de Copil, que es el corazón de nada más y nada menos que del sobrino de Huitzilopochtli, e hijo de Malinalxochitl.
¿Pero quién fue Copil? Lo que el mito Mexica nos dice, es que fue aquel muchacho que tuvo la osadía de retar y enfrentar a su poderoso tío, el mismísimo Huitzilopochtli y del que según solo quedó como recuerdo su palpitante corazón tirado en un islote de la laguna, precisamente donde años más tarde los mexicas provenientes de Aztlan fundaron Tenochtitlan. Fue así como según dice el mito, floreciendo sobre una piedra justo sobre el corazón de Copil, aquel pueblo errante encontró un nopal creciendo sobre las rocas y sobre este un águila devorando un símbolo muy poderoso, que manifiesta la unión de dos corrientes de agua: una azul y otra roja (quemada). Ese es el símbolo inequívoco del atlachinolli.
La misma leyenda afirma que los sacerdotes Coyohua y Cuauhtlequetzqui encontraron el águila en el islote, la descubrieron refrescándose en los primeros rayos solares y atestiguaron cómo dio su canto sagrado de la guerra: el atlachinolli. Una revisión exhaustiva de las pinturas y códices dan evidencia de que no había una serpiente en la leyenda original. En algunas imágenes mexicas, como el Códice Mendoza o mendocino, sólo se muestra un águila, mientras que en Códice Ramírez, Huitzilopochtli ordena a su pueblo encontrar un ave preciosa parada sobre un nopal. En el texto Chimalpahin, el águila está devorando algo, sin mencionarse qué es. Otras versiones muestran al águila símbolo Mexica de la guerra en su garra, el glifo: “atl-tlachinolli” o “agua que arde”.
El agua que arde es el símbolo que indica que alguien está hablando de la guerra. Y de la guerra los mexicas sabían mucho. El despliegue militar mexica debió ser algo terrorífico de ver. Cada hombre era un guerrero, miles de ellos en formación perfecta y atavíos monumentales, quienes eran instruidos para, sin mediar palabra, entrar y someter territorios. Después enviaban los cráneos decapitados de tlatoanis o señores sojuzgados a los de la siguiente ciudad por dominar. Así rápidamente todos los demás se rendían y el Imperio podía anexar, a veces sin sangre, territorios con métodos basados en la sorpresa. El símbolo del Atl-Tlachinolli augura que la guerra de los mexicas será tan violenta que quemará incluso al agua.
En el magnífico monumento conocido como el Teocalli de la Guerra Sagrada, que se puede admirar en la Sala mexica del Museo Nacional de Antropología, el símbolo de Tenochtitlan no contiene ninguna serpiente, sólo al águila sobre el nopal con el pico abierto como lanzando un grito –¿de guerra?- en forma del Atl- Tlachinolli. Así, el símbolo de la antigua Tenochtitlan tiene pues esas dos versiones: la del águila en paz (que portan documentos oficiales de la Ciudad de México), y la de que el águila está anunciando una guerra sanguinaria, terrible, de total avasallamiento del enemigo, al amenazar que serán tan fieros que hasta convertirán al agua en fuego.
Este último es el símbolo que permanece hasta nuestros días. Pero ¿Por qué de esta confusión? Pues simplemente pudo ocurrir que los monjes o curas, los evangelizadores principalmente franciscanos, por ser de los primeros que se aventuraron en 1524 por estas lejanas, peligrosas, inhóspitas y desconocidas regiones y, a la postre, como grandes conocedores de la cultura náhuatl, quienes a propósito o descuido, quienes prefirieron transformar al río en serpiente, y asignarle de ese modo otro valor, otros significados más acordes a su tarea, el de la lucha del bien contra el mal, del cielo contra el infierno, la luz contra la oscuridad, su dios contra el diablo, además de retomar parte de la influyente herencia cultural romana.