¿QUÉ VIENE?
Sean Osmin HAMUD RUIZ
El vértigo es la regla. Precipitarse es mejor, aunque se tenga que corregir o desdecir. Desvirtuar y desmantelar a la brevedad, la máxima para conducirse.
La vorágine por ser diferente es el todo.
El cambio se anticipaba, siempre fue promesa. La parte que se escondía, que se matizaba, era la intención fascista, izquierdoide.
Se lanzó el petardo de alargar un periodo constitucional de una elección. La corte detuvo la intentona.
Avientan la piedra, que el Estado administre las afores. Ahí quedó.
Se pelean con los inversionistas internacionales con el tema de los gasoductos o con las instalaciones eólicas. Con los primeros se renegoció con ventaja para los privados, con los segundos, nuevamente el poder judicial interviene y ampara las inversiones en curso.
A mano alzada cancelan Texcoco y la cervecería. Las consecuencias del aeropuerto se están pagando en metálico; con la cervecera hubo reunión privada con los dueños y desconocemos los términos de la misma.
Tienen la “ocurrencia” de convertir al Inegi en una policía del patrimonio. El presidente dice no estar de acuerdo.
De lo más fresco, en un estado gobernado por su corriente, se estatizan los recursos de la educación privada. Supongo que la intentona también la detendrá la corte.
Estira y afloja que juegan con la ley, con las instituciones, con el ánimo nacional.
Ante el alud de ejemplos, cabe suponer que, valga la redundancia, no cabe la casualidad.
Sin duda alguna, quieren preparar el terreno. Como en la fábula, ir subiendo la temperatura de la cocción de ranas paulatinamente, casi sin que se note.
Y así como la humedad que comienza con una pequeña mancha en la pared, que crece y va botando la pintura, para continuar con el enjarre y, si se deja, llegar a las varillas que dan fuerza al muro, derruir, mermar, consumir, destruir.
De poco a poco.