En palabras Llanes
Por: Alberto LLANES
El pasado miércoles 29 de noviembre, por primera vez fui a la FIL sin entrar a la FIL y me explico; en un hecho inesperado y, como los buenos toreros tuve que entrarle al quite «aunque cause escozor por el término que acabo de utilizar para los que son antitaurinos/as», pero en ese mundillo, así se dice y punto.
Resulta que mi compadre Ihovan Pineda, gran poeta local, estaba invitado a participar de una tertulia que involucraba a la Facultad de Letras y a unos poetas croatas, lituanos, escandinavos y de por aquellas tierras. Pero mi compadre tuvo una complicación médica, lo tuvimos a base de reposo, líquidos y alimentación y entonces tuve que entrarle yo.
La encomienda en un hecho casi casi único en nuestra facultad era ir a la Feria Internacional del Libro por estos doce poetas de aquellas tierras lejanas, traerlos a Colima a que presentaran su más reciente antología y que leyeran sus poemas en su idioma original, por eso digo que fue un hecho casi casi único e irrepetible en nuestra Falcom, como se le conoce a la Facultad de Letras y Comunicación.
Y allá fui, a las cinco y media de la mañana rumbo a la FIL a recoger a los poetas del mundo europeo, aprovechando que, justamente el país invitado a la feria en este año era la Unión Europea. Obviamente todo esto era lo que tenía que hacer mi compadre Ihovan, pero enfermo como estuvo, lo hice yo con mucho gusto. No tenía idea si estos poetas hablaban español o no, pero en mi muy bellaco inglés creo que podríamos habernos comunicado bien.
Llegamos de regreso a Colima a eso de las once y media «ya saben, cosas de carretera», el evento estaba programado para arrancar a las once, sin embargo, le avisé a la directora que íbamos con cierto retraso, por lo que se reprogramó para las doce. Pensé que mucha gente podría irse, sin embargo, no fue así, al llegar nos estaban esperando. Los poetas tomaron un breve refrigerio y a las doce empezamos…
Me tocó moderar lo poco moderable, porque me acompañaron Adalberto García López y Mijail Lamas, ambos de la Universidad de Sinaloa y ellos, digamos, se hicieron cargo de ir presentando y leyendo las traducciones poéticas de los autores/as europeos invitados, invitados de lujo.
En el evento leyeron poemas: Ales Steger (Eslovenia), Dinu Flamand (Rumania), Aljaz Koprivnikar (Eslovenia-República Checa), Marko Pogacar (Croacia), Aušra Kaziliūnaitė (Lituania), Semyon Hanin (Letonia), Luiza Romão (Brasil), Alexandre Cortez (Portugal), Nathalie Ronvaux (Luxemburgo) y Mária Ferencuhová (Eslovaquia).
Les di la palabra, ellos hicieron su magia, la poesía nos abrazó, su idioma nos atrapó y yo nada más veía en el rostro de los asistentes una mirada de sorpresa, de admiración, algo que, quizá, nos se esperaban, en los comentarios finales, dijeron que valió mucho la pena la espera y es que, lo que quizá no sabían, es que todos estábamos viajando y ellos viajaron mucho más para poder estar con nosotros compartiendo un poco de lo que hacen.
He dicho que fue un evento casi casi único en nuestra facultad, porque, que yo tuviera noticia, no se habían congregado tantos poetas de lugares diversos en un mismo acto, en un mismo día, en una sola lectura poética; nuestros alumnos/as estaban asombrados porque jamás habían escuchado leer en vivo en lituano, en esloveno, en letón, croata, eslavo y portugués.
En la lectura, Ales Steger de Eslovenia portó una playera de nuestro gran Juan Rulfo, aquella que dice Pedro Páramo y, bueno, claramente es de su novela, se llevó los aplausos por eso, por su forma de leer y ese corazón que no dejaba de latir al hacer el efecto con el micrófono, haciendo incluso un poco de actuación en su lectura.
Con el maestro Dinu Flamand hice buen clic y se llevó mi libro, el de las perversiones y los sueños, hasta su natal Transilvania, firmado y todo.
No se podían ir de esta tierra sin conocer Comala y sus bondades, Nogueras y su espectacular Hacienda y, por supuesto, nuestras hermosas playas. Bebimos tuba, tejuino y un par de Colimitas «porque nos gusta mucho ser de aquí y les gusta mucho ser de aquí, eso quedó claro», comimos a la orilla del mar hablando de poesía, se metieron un poco a nadar, disfrutaron de un día agradable, nublado, fresco, como pocos. Y, al final, seguimos siendo cómplices de la palabra escrita.