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Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO
1.La política se inventó para conciliar entre oposiciones sin que la sangre empape a las instituciones. La política es antagónica al afán de arruinar y humillar al antagonista. Es también la posibilidad de conciliar sin destruir. La política permite que el de mayor poder alcance objetivos sin estirar la liga y que el de menor poder logre algo sin caer en la franca subversión. Es un método racional frente a la irracionalidad del combate. Es algo, simplemente algo, sin ese afán absurdo del todo por el todo que lleva, tarde o temprano, a la nada por la nada.
2.Pero la política exige oficio, inteligencia, moderación y algo de grandeza. Exige, además, visión de largo plazo. Si sólo se piensa en lo inmediato las cosas se arruinan antes de tiempo. Si sólo se consideran las cuentas del hoy se dilapidan los recursos de mañana. Si sólo se tienen a la vista los beneficios del ahora se olvidan los perjuicios que vendrán después.
3.Pues bien, la reforma al poder judicial y la posterior, la referente a la imposibilidad de controvertir las decisiones de reforma constitucional, son por su propia naturaleza impolíticas. Son producto de una obsesión ajena a la capacidad de conciliar. De hecho, es tanta la obsesión que se rechaza hasta lo que significa imposibilidad, como lo será la capacidad de decisión entre decenas de alternativas en un solo momento electoral, por no hablar de los costos de la propia elección.
4.El gobierno que inicia tiene muchos retos inmediatos y allí debería dirigir sus energías, pero está atrapado entre los límites de una obsesión cuyo desenlace puede ser ruinoso. Es como caminar al filo del abismo y ese abismo se podría expresar en una crisis constitucional y política, una crisis además de todo innecesaria.
5.los grandes desafíos implican grandes sacrificios, pero aquí no se advierte un desafío que valga la pena. La reforma del poder judicial era necesaria, quizás, pero no era el resultado de una exigencia social. Fue más bien el resultado de una obsesión y como toda obsesión es devastadora. La reforma pudo realizarse con una expectativa racional, cuidadosa, ordenada y, sobre todo, sin prisas. Así los costos se habrían moderado y las expectativas de éxito magnificado. Aquí, en cambio, es todo al revés.
6.Ya se dijo muchas veces que la propuesta del ministro Gonzalez Alcántara Intenta la política: que la administración gubernamental gane y que no se pierda todo. Quizás no es perfecta (en este punto ya nada lo será) pero brinda salidas. El problema es que de un lado puede existir la política y por el otro la pura y llana obsesión, la antipolítica pues.
7.El viejo dilema latinoamericano del Facundo, entre la civilización y la barbarie (Domingo Faustino Sarmiento) sigue vigente. Nos seguimos debatiendo entre la posibilidad de las instituciones e ideales liberales o la franca obsesión por la barbarie política. Que cada quien tome sus posiciones y elija la forma de ser mirado por la historia.