Por andar viendo lo que no, en El agridulce despertar al sexo

Por andar viendo lo que no, en El agridulce despertar al sexo
Por: Ihovan PINEDA

El libro El agridulce despertar al sexo, de Gilberto Moreno Larios, reúne cinco cuentos en los que, desde la perspectiva de un niño, de la década de los sesenta, de los barrios de Colima, descubre lo que es el sexo, la sexualidad y el morbo.

Ahí, en las calles, en las banquetas, con la flotilla, con sus amiguitos, va abriendo los ojos y va descubriendo su cuerpo, cuando, como bien lo señala el propio autor, la educación sexual en las escuelas y en las casas era casi nula, porque no se tocaban esos temas, así que los morros aprendían todo esto de sus compas los más grandes o de sus amiguitos que habían visto o escuchado algo, ante lo cual el júbilo por saber era grande, aunque fuera erróneo. Así, los cuentos de Gilberto Moreno, bien estructurados y con una técnica narrativa precisa y fluida, con lenguaje coloquial y narrados en primera persona (desde la mirada y voz de un niño), nos entrega no sólo historias, sino también personajes. Así pues, tenemos: a una niña recién entrada en la adolescencia, a la que le llega, como le decían antes, “la costumbre”, es decir, su periodo, y a ésta le echan la culpa de que la labor, como le decían antes, a la siembra, se haya secado, y los niños se enteran de lo que es eso por escuchadas, pero sin saber a ciencia cierta por qué a las niñas les pasa eso cuando crecen; un niño que va a hacer la tarea a la casa de sus amigos se da cuenta, porque escucha, por la puerta, que los papás de sus amigos hacen cosas extrañas en la recámara, cuando según ellos toman la siesta de la tarde; una pandilla de niños, por accidente, les toca presenciar el acto sexual de una pareja, ante lo cual son castigados por sus padres, por andar viendo cosas que no; una pareja de amigos experimenta la sensación de tocar por primea vez a una niña y de que la niña los toque a ellos, lo que nunca se les olvidará por todo lo que pasó después; un amigo adolescente, de los niños, descubre su sexualidad en un centro de convivencia familiar, como le decían antes, a esos lugares, al tener contacto e intimidad con otro hombre, y lo acusan de “mayate”, como le decían antes y todo lo que pasó después; por último, el amigo más grande de la pandilla les cuenta a todos, cómo se hacen las criaturas, dando santo y seña, y poniendo ejemplos que por la inocencia de todos nadie le entendió, mientras contaba otras historias de cristeros y quien sabe de qué más.