Querido diario:

PARA SACIAR MI SED
Por: Ivonne BARAJAS 

Cuando cumplí XV me regalaron un diario de pasta dura…y con candado, para dejar bien protegidos los oscuros secretos de una adolescente.
La idea de llevar cuenta de mi día a día y dejar evidencia de mi paso por este mundo, me sedujo; así que en mayo del 2000 comencé a narrar que la noche anterior había sido mi fiesta de quince y que mi mamá se sorprendió porque empiné hasta el fondo la copa de vino espumoso que me ofrecieron para el brindis, y que mi papá me pisó tres veces mientras bailábamos el vals, y que todo el protocolo de misa y festejo fue incómodo porque yo no me sentía yo metida (o sometida) en ese vestido con varillas, ni teniendo ese comportamiento extremadamente sociable que me hacía sentir falsa de una a la otra costilla.

Pero allí inició la historia con los diarios, y no ha parado. Es curioso cómo este sencillo ejercicio de escritura me ha permitido observarme y conocerme, como si mi rostro se enfrentara con la fina capa de un manantial en reposo…y desde allí asomaran rasgos, miradas, expresiones y guiños; también presencias optimistas o fantasmas melancólicos o monstruos grotescos que me miran, antipáticos.

Algunas veces, sí, me recibo, y otras quiero escurrirme entre los juegos de las sombras y seguir evadiendo, otro ratito, algunos aspectos de lo que soy. Me he mentido. Como no queriendo me he contado falsedades o he narrado a medias tintas para seguir haciéndome la ingenua o por el temor de que alguien, ajeno a mí, asome sus ojos en la intimidad del cuaderno; así que juego: cuento, pero con candados;  y otras veces, así, sin precaución, con una honestidad que me deja temblando.

He descubierto que al escribir ordeno no solo el caos del habla, sino el caos interior; la hoja en blanco funciona como una mesa extensa donde voy vaciando las emociones para luego contemplarlas; validando así lo que me afecta o alegra; conmueve o inquieta. Escribir es terapia. Escribir me acerca a la serenidad, después del tránsito intenso. Escribir es un encuentro: como ponerse enfrente de un pozo de agua clarita para ir reconociendo quién eres, cómo reaccionas, qué te da igual, qué sí te importa. Escribir también es borrar, porque cuando uno quiere conocerse conviene eliminar las distracciones. Escribir es quedarse solo, sustancialmente solo, para apreciar las compañías geniales. Escribir un diario es abrir un diálogo que lo llena todo.

No hay vacío. Incluso donde no vemos nada —acaso amplitud llena de aire— hay escritura; hay puntos, comas, vocales, mayúsculas, signos de admiración y de interrogación, puntos suspensivos, preguntas, respuestas, más preguntas, diéresis, paréntesis, consonantes. Y puntos finales.