México.- El incremento del transporte público y privad, las instalaciones industriales, comercios y servicios, exponen a por lo menos cinco millones de personas a niveles de sonido capaces de ocasionar hipertensión arterial, impactos cardiovasculares y pérdida paulatina de la capacidad auditiva, entre otros malestares a la salud.
El investigador de la Escuela Superior de Ingeniería Mecánica y Eléctrica (ESIME), Unidad Zacatenco, del Instituto Politécnico Nacional (IPN), Ilhuicamina Trinidad Servín Rivas, informó durante su participación en la Expo Acústica realizada en el Centro Cultural “Jaime Torres Bodet” de esta casa de estudios, en Zacatenco; donde advirtió sobre los daños físicos que tendrá la población capitalina en la próxima década.
Definió el ruido como todo aquel sonido indeseable, molesto y dañino, el académico del IPN consideró que diariamente la población de la Ciudad de México está expuesta a decibeles muy superiores a los permitidos por la normatividad mexicana y la que establece la Organización Mundial de la Salud (OMS).
Indicó que la Secretaría del Medio Ambiente del Gobierno del Distrito Federal estableció desde el año 2006 una norma oficial del límite máximo permisible que establece los 65 dB (decibeles) de las 06:00 a las 22:00 horas, y hasta los 62 dB para el horario que comprende de las 22:00 a las 06:00 horas.
Sin embargo, dijo que estos niveles se rebasan de manera continua en el entorno urbano de la capital del país, toda vez que hay múltiples emisores de sonido que incrementan los dB y hacen insoportable el ruido al que se expone la ciudadanía.
Al menos 120 millones de personas en el mundo tienen problemas auditivos a consecuencia del excesivo ruido al que están sometidos, sobre todo en las grandes urbes.
“Los estudios sonoros indican que las aglomeraciones de personas generan 50 decibeles; el paso del tren 80 dB; el tráfico se ubica en los 90 dB y un avión al despegar alcanza 130 dB”, señaló.
De acuerdo a Servín Rivas, el nivel del dolor a consecuencia del ruido acumulado se ubica en los 140 dB y, en el entorno urbano, este punto se alcanza con mucha frecuencia por lo que la ciudadanía tiende a manifestar males orgánicos relacionados con la exposición al ruido intenso.
Algunos efectos psicológicos que provoca el ruido son: estrés, disgusto, dificultad en el aprendizaje, alteración del sueño, ansiedad, irritabilidad, depresión y efectos de índole social o conductas antisociales.
Otras consecuencias, son aumento en la secreción de adrenalina, las hormonas de la glándula tiroides, incremento de la presión sanguínea y alteración en el sistema nervioso, circulatorio y digestivo. “Todos estos males conllevan a un ciclo de enfermedad que afecta por igual a jóvenes como adultos”, expresó Servín Rivas.
La necesidad de proteger a la población del ruido urbano y considerarlo como parte integral de la política de protección ambiental es un tema de salud pública en la evaluación del impacto ambiental. BP
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