Ruptura
Me muero todos los días sin darme cuenta, y está mi cuerpo girando en la palma de la muerte como un trompo de verdad: Jaime Sabines
Por: Krishna Naranjo
Hoy fue una espléndida mañana, luego el café y el pan. Las mañanas de agosto suelen disfrutarse en el lecho del amado. Me refiero a los encuentros donde el tiempo se desborda como río. Sumergirse implica parar el tiempo, la caricia del silencio vital que cobija el cuerpo y la mente.
Sin embargo la vida “real” aguarda en la superficie con reloj en mano, sombrero y un paraguas por si acaso. Uno sale del río, se despide de los besos, se ajusta la ropa. Listos para iniciar el trayecto cotidiano. ¿Qué sería de nuestra vida sin rupturas? Esos pequeños escondites o escaparates, válvulas donde liberamos el corazón, parajes donde corremos, corremos, corremos.
Hace poco presencié la muerte de mi abuela y pensé obviedades referentes al deceso. Aun así las olvidamos y nos conducimos como si fuésemos hombres de hierro. ¿Qué nos llevamos? Desde niños deberíamos seleccionar estampas de felicidad y congregarlas en la maleta de la vida. Finalmente no somos amos de nada, acaso nos pertenece el tiempo y todavía lo dudo. Creernos dueños de bienes nos da una seguridad extrañísima, mientras el espíritu aguarda como un pajarito anegado dentro de la jaula corporal. Quizá la muerte sea en realidad vida para el espíritu. No lo sé. No pretendo divagar tanto. Pero soy una de esas personas angustiadas y maravilladas por el tema. Luego de la partida de un familiar, recupero el compromiso con la vida en una mezcla de tristeza y desazón ante el misterio.
El desarrollo humano también supone una suerte de fallecimiento. Ya no existe la pequeña Krishna, ni la adolescente, ni siquiera la hora pasada. Sólo esta escritura como un momento vital. El espejo me muestra que fui varias, que soy muchas. ¿Qué soy? Debería ser imperativo actuar alguna vez como un payaso, con la estridencia del universo. Experimentar al menos un desborde emocional para que en el lecho último recordemos la ruptura, la válvula. Hoy abrazo las utopías y las quejas, no me gusta cómo se promueve la vida, planeada para subir peldaños que nos conducen a una seguridad cuestionable. Pero aquí se avecina la contradicción respecto de quienes sortean una vida dura, con el único objetivo de la supervivencia. En este momento siento una avalancha de interrogantes. Si pudiéramos comprender la muerte de seguro elegiríamos correr, correr, correr.