Miniaturas
Por: Rubén Pérez Anguiano
Enrique de la Madrid renunció a su militancia en el PRI. Alguien dirá: no se sintió tan fuerte esa renuncia. Bueno, quizás sea porque ya no existe una estructura real donde algo pueda resonar.
Después de todo, son miles las y los militantes que ya abandonaron a ese partido, nada más que no lo hicieron con papeles en mano o mediante los canales disponibles de comunicación. La mayoría de ellas y ellos, además, no son tan conocidos como Enrique de la Madrid. Es una renuncia silenciosa, inadvertida pero perseverante, que va dejando en calidad de cascarón los antiguos espacios. Es una “renuncia hormiga”, como se le dice por allí.
Si miramos con cuidado no hay mucho por lo cual conservar la militancia: el PRI no brinda espacios claros de gobierno o representación ―salvo en los casos de coaliciones, donde alcanza unos cuantos espacios― y no logra articular un discurso claro y enérgico frente al poder. Vaya, ni siquiera esgrime una resistencia cultural mínima frente a los muchos puntos de discusión del actual estilo político en el poder. No hay un discurso y ni siquiera una ideología clara. La expresión de abandono del “modelo neoliberal” parece decir mucho, pero en realidad expresa muy poco.
Si por algo destaca la gestión del actual presidente del PRI, Alejandro (Alito) Moreno es por su desatinado y poco legal procedimiento para reelegirse en el comité ejecutivo nacional de su partido. Podríamos mencionar, también, un poco de griterío contra el actual líder del senado, pero muy poco más. Es un liderazgo que será muy poco memorable en cuanto a lo positivo.
En contraste, podremos recordar muchas cosas del liderazgo de Alito pero en sentido negativo, como la pérdida progresiva de gubernaturas, espacios legislativos y presidencias municipales, incluyendo la joya de la corona: la derrota presidencial, donde ni siguiera logró oponer una candidatura propia.
En la entidad las cosas se mantienen en el mismo nivel. Podemos definir la vida política del PRI en Colima como mala tirando a pésima. El anterior dirigente estatal del PRI no sólo perdió la gubernatura: también se le desgranó el congreso estatal y se le desarticuló el priismo de la capital del estado. Pero allí siguió hasta que logró una diputación plurinominal, a mi juicio inmerecida. Allí ejerce un supuesto liderazgo sobre una reducidísima bancada. Lo más relevante que se recuerda hasta el momento en esa responsabilidad es el poco meditado debate en que incurrió durante el informe de la gobernadora.
El PRI en Colima, desde esa gestión y hasta la fecha, se mantiene callado, en una actitud que no puede identificarse como favorable al poder o como crítica hacia poder. Es indefinible, pues, sobreviviendo en un estado latente, de hibernación. A pesar de que son muchas las oportunidades para oponer un discurso sólido frente a la administración estatal, el PRI guarda un cómodo silencio, como si no quisiera ―ni por casualidad― ejercer la responsabilidad crítica que le corresponde.
Nada más hagamos un ejercicio de memoria y recordemos en qué momento el PRI local logró ejercer una crítica sólida o una mínima expresión de resistencia cultural frente al gobierno estatal o federal. Ni una. No se ha presentado una contradicción sólida, una propuesta alternativa o una reflexión dotada de contenido frente a la continua (mala) gestión en materia de seguridad pública, por ejemplo. Es más, ni siquiera hubo algún comentario resonante frente a la reciente crisis por la interrupción del servicio de agua en los municipios de Colima y Villa de Álvarez. Nada.
En suma, el PRI en Colima se mantiene al margen de las grandes, medianas y pequeñas discusiones públicas y si lo intenta no logra una repercusión que valga la pena. Creo que ni siquiera está en el horizonte de atención de la administración estatal o del partido en el poder.
Triste etapa, en verdad, para un partido que fue el más importante de la vida política de la entidad. Fue el partido que construyó las vías de comunicación locales, el que impulsó la vivienda de los trabajadores, el que creó el andamiaje legal de la entidad, el que levantó la infraestructura educativa en todos los niveles, el que promovió el desarrollo de Colima en casi todos los frentes. Ahora sólo sabe guardar silencio y apostar a las plurinominales.
La renuncia a la militancia, antes, tenía cierto valor. Ahora se advierte como innecesaria, poco relevante y sin mayores consecuencias.
Aún así, creo que es una lástima que el PRI pierda a militantes de la calidad de Enrique de la Madrid. Claro, eso no les preocupa a las dirigencias nacional o locales. Es más, quizás ni se enteraron.