Mucho gusto
Por: Alberto LLANES
Parte I
Veintitrés de noviembre del año 2024, la fecha, casi casi, me la voy a tatuar, dije casi. Es importante para eso, pero no tanto como mi fecha de nacimiento, esa sí, merece, quizá, que la lleve tatuada.
Días antes había recibido la invitación, junto con mi playera, para el desfile del aniversario del Sutuc, sindicato al cual pertenezco por ser universitario. En ese momento, sentí en mi pecho una corazonada, una punzada. Inmediatamente me fui a tomar la presión «no fuera a ser», después de los cuarenta hay que cargar con ese reloj para estar controlados. Sin embargo, todo bien. Seguí con mi vida y dejé que el azar hiciera de las suyas.
Tengo, como se sabe «y si no se sabe ahorita se va a saber» veinte años siendo trabajador universitario, de esas veinte, en ene ocasiones he ido a ambos desfiles que organiza, año con año la Universidad de Colima, a saber, el primero de mayo con motivo del día del trabajo y en noviembre, aniversario de nuestro sindicato. Se cumplían 44 años de la fundación del sindicato y allá fui. La corazonada latió toda esa semana, el número que me tocó fue el 1878; yo nací en 1978, cien años después…
Con mi playera roja «así como rojo es el color de mi equipo favorito de futbol el poderoso Toros Neza, extinto años atrás» me apersoné, todo yo, en el IUBA, lugar de reunión para caminar hasta las instalaciones del casino. El corazón me daba vuelcos, sentía algo, no lo sé… a mi mujer le dije algo así como que este año sí, este año mi nombre sonaría por los altavoces del lugar, llevándome un regalo de los muchos que se rifan. Sin embargo, tengo más sal que el mismo mar o, como dice aquella vieja greguería: «el agua del mar tiene muy mala suerte, está salada», pues así yo. Pero este día algo sucedió, los astros, mamá en el cielo, la buena vibra, no lo sé…
Eme me dijo que ojalá sí me ganara algo, ella, por su parte, iría nada más al desfile «le gusta el argüende, nos gusta el argüende», pero a la comida ya no, porque ese día tenía zanateca, en el Museo Regional de Historia. Le dije que yo sí iría a todo, total, carro no teníamos, estaba en el taller y la reparación nos iba a salir carísima. Así que caminaré, caminaré y pensaré para ver cómo consigo el dinero para esto «le dije». Sabía que el dinero para pagar la compostura del coche saldría, definitivamente, de mi aguinaldo. Otro año más sin aguinaldo, «pensé de nuevo», o sea, sí con aguinaldo, pero destinado a otras cosas y no a mí o a mi familia, ni hablar.
Caminamos rumbo al sindicato alegres, cantando, bailando, acumulando pasos en mi contador personal; antes, en el IUBA, al primerito que vi a la distancia fue a mi amigo Edgardo Zamora, quien entrevistaba al mismísimo rector, pero, debido a la altura de Edgardo, al rector, desde mi ángulo, no lo veía, hasta que me acerqué más, porque fui a saludar a mi amigo y, de pasada, a mi otro amigo, el rector «bueno, por lo menos me saluda de amigo». En fin.
En la marcha me acompañé de dos grandes amigos «en esta gran familia universitaria puro amigo, amiga, amigue» de publicaciones: Memo y Deisy. Trabajé en la dependencia universitario por catorce, quince años, hasta pasé a las filas de mi adorada Falcom. Llegamos. Se dice más sencillo de lo que parece, pero alguien con mi extraordinaria condición física «ei, ajá», camina esa distancia sin mayor problema. Ene se despidió de mí. Tú por tu lado y yo por mí, dijera la vieja canción y empezó lo bueno…
(Continuará).