La cifra de muertos por el terremoto en el sudoeste de Pakistán ha subido a 515, dijo el viernes un responsable provincial, mientras los ataques de los insurgentes dificultaban las labores de ayuda y los supervivientes se quejaban de la falta de refugio frente al sol abrasador.
Babar Yaqoob, secretario jefe de Baluchistán, dio la cifra de muertos mientras recorría la zona destruida de Awaran, donde se produjo el terremoto de 7,7 grados el martes.
Una réplica de 6,8 grados se registró en la misma región el sábado, derribando más edificios en medio de los esfuerzos de rescate. Las autoridades locales dijeron que era improbable que el segundo seísmo hubiera causado más muertes.
Los equipos seguían encontrando cadáveres en las casas cuyos muros de adobe y techos de madera se derrumbaron.
«Mi hija murió al derrumbarse mi casa, yo también estaba dentro de la casa pero pude salir», dijo Gul Jan, de 70 años. «Estamos sentados bajo un sol abrasador y necesitamos cobijo».
En la localidad de Labash, cerca de Awaran, más de la mitad de las 3.000 casas se habían derrumbado y las que siguen en pie tienen grandes grietas.
«A todos los sitios donde vamos, la gente pide tiendas», dijo el diputado Abdul Qadeer Baloch.
La árida zona es también bastión de los insurgentes de Baluchistán, que han disparado en dos ocasiones contra helicópteros que llevaban a militares encargados de hacer frente al desastre.
La ayuda debe llegar a través de carreteras muy dañadas que atraviesan zonas montañosas en manos de los insurgentes.
Los rebeldes, que han matado a muchos civiles y miembros de las fuerzas de seguridad, combaten por independizarse de Pakistán, a cuyo gobierno acusan de robar los ricos depósitos minerales de la provincia y de abusos de derechos humanos generalizados por parte de las fuerzas de seguridad.
