Sobreviviente: Ejército persiguió a la familia de Monterrey y les disparó

José Luis descansaba en su casa el domingo por la noche, esperando a su familia -que viajaba desde Salinas Victoria a Monterrey para ir a cenar, después de que visitaron a una tía-, cuando recibió una llamada telefónica, la que “ojalá nunca hubiera contestado”.

“Primero estaba engañado, me dijeron que había sido un accidente vial” en el municipio de Escobedo, relató José Luis de León este lunes a una Agencia de noticas. Ya en el Hospital Universitario, se enteró de que su hermano menor y su padre estaban muertos. “Los soldados les dispararon, así nomás, sin decirles nada, sin que los provocaran”.

Su madre, Patricia Castellanos, también viajaba en el vehículo cuando, según confirmó ya el gobierno federal, trataron de rebasar a un grupo de unidades militares y los soldados respondieron con balas.

“Sí, aceleramos la velocidad, los queríamos rebasar y era la única manera, pero nunca nos dijeron que nos detuviéramos, ni nos hicieron señales, nada. Cuando nos dimos cuenta, ya nos perseguían y ya estábamos entre balas”, explica Patricia en entrevista.

Admite que tenían mucha prisa por volver a casa, pues su esposo es albañil y comienza a trabajar desde muy temprano, «y yo, como vendo tamales, tengo que cocinar en las noches y pararme muy temprano; lo que queríamos era tiempo para poder descansar».

Según Alejandro Poiré, el vocero presidencial para asuntos de seguridad, después de lo ocurrido se pondrá más atención a la comunicación que se tiene con la ciudadanía, para que respondan de mejor manera a los “llamamientos del Ejército” y estos “incidentes” no vuelvan a ocurrir.

Para Patricia Castellanos, esto es «sólo un engaño”, pues nunca dieron razones para que el Ejército les disparara. Apenas se escucha su voz entre sollozos, y sólo alcanza a pedir “que se diga la verdad, que se haga justicia y dejen de mentir”.

Aunque el gobierno federal ya ofreció asumir los gastos funerarios y médicos, para Patricia «eso es lo de menos, las disculpas no bastan, nada de lo que hagan me va a quitar este dolor».

José Luis, de 28 años, trabaja en un centro comercial de Monterrey, la ciudad industrial de México ahora acosada por la presencia del narcotráfico. Pese al constante patrullaje del Ejército en sus calles, José Luis nunca había tenido “ningún roce” con los soldados, “apenas los veía de lejos, como algo que sabes que está pero nunca lo sientes, hasta que te toca”.

Siempre tuvo respeto a los militares e incluso a la estrategia de este gobierno de combatir al crimen organizado con las armas. “Yo sé que es una guerra y sus razones tienen para seguirla, pero nosotros no estábamos participando, no es nuestra guerra, es suya”, señala.

Alejandro Gabriel, su hermano, alguna vez pensó en sumarse a las filas del Ejército, “pero luego supo que tenía otras oportunidades. Él quería estudiar, tenía muchos planes y todo se vino abajo por una tontería”, relata José Luis.

En el lugar del ataque estaban también sus sobrinos de 7 y 3 años. Ellos aún no pueden hablar después de lo que ocurrió. “Vieron a la muerte de frente, ¿cómo supera eso un niño? No sabemos si volverán a hablar, si necesitan un psicólogo, si podrán seguir con su vida normal”.

Otros dos miembros de la familia De León Castellanos, su hermana y su yerno, siguen hospitalizados pero estables; los otros tres ya fueron dados de alta.

En la defensa de sus derechos humanos

Este lunes por la noche, la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) inició una queja de oficio por lo ocurrido. Su personal de investigación y de atención a víctimas ya se puso en contacto con los afectados, de acuerdo con un comunicado de ese organismo.

Pero José Luis no tiene cabeza para pensar en eso. “Lo primero es enterrarlos, llorarlos, despedirnos de ellos, después nos aseguramos de que tengan justicia”.

En abril pasado, en Nuevo Laredo, Tamaulipas, se registró un caso similar al de esta familia. Al pasar un retén militar, los Almanza, que regresaban de vacaciones, fueron atacados por un grupo de soldados. Brayan y Martín, de 5 y 9 años, perdieron la vida.

Entonces la CNDH pidió que se indemnizara a las víctimas y se castigara a los responsables que, según sus investigaciones, fueron soldados que dispararon deliberadamente y no en un fuego cruzado.

Hasta el momento, el Ejército sigue sus propias investigaciones y no ha sancionado a ninguno de sus miembros ni reconocido su responsabilidad.

Patricia Castellanos y su hijo nunca habían escuchado de estas historias. Recuerdan, sí, “chismes” de balaceras en las que participaron soldados, según les contaron, “pero nunca los creí capaz de tanto”, dice la viuda de Vicente de León Ramírez.

Al preguntarle cómo será la vida de esta familia tras la tragedia, José Luis lo piensa unos segundos y afirma: “Después de esto ya no sé qué queda, sí queda mucho, pero eso ya no es vida”.

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