Por Balvanero Balderrama García balvanero@gmail.com / @Balvanero.B
Recuerdo la imagen de una persona caminando por la calle y su sombra le obliga a mirar hacia otro lado para que no vea a un indigente. Es como cerrar los ojos.
Un refrán popular dice: ojos que no ven, corazón que no siente. También hace referencia a cerrar los ojos, apelando a la ignorancia como paliativo de todos los males.
La indiferencia ante las acuciantes realidades sociales, el no querer verlas, no las elimina y mucho menos las atiende.
Es como los derechos -los tuyos y los míos-, el no reconocerlos no los elimina, los posterga. Si la sociedad en su conjunto navega en la indiferencia, serán postergados por mucho más tiempo, con el ahondamiento de las desigualdades.
Sumir a las personas en la ignorancia es para el privilegio de unos cuantos.
Esto viene a reflexión porque recientemente se ha sugerido que el único y más poderoso derechos que tienen -tenemos- las audiencias es el cambiar de canal, de estación: el poder del control remoto. Si no te gusta lo que ves o escuchas, ¡cámbiale! ¿de qué te preocupas?
Nada más alejado de la realidad. Pero es lo que quieren que creamos y hagamos.
Los derechos de las audiencias existen, al igual que los derechos de quienes tienen concesiones de radio y/o televisión en nuestro país, por ejemplo. Están ahí, en la ley, tiene que ver con contenidos de calidad, respeto en el lenguaje, que contemple el principio del interés superior de la niñez, por citar algunos.
Es nuestro derecho y también nuestra obligación cumplir y hacer cumplir las leyes, no corresponde sólo a las autoridades.
Imagine usted que, siguiendo el ejemplo del poder del control remoto, que en los 34.1 millones de hogares que tienen al menos un televisor en nuestro país, que representa el 90.7% del total nacional (INEGI, ENDUTIH 2022) sólo hiciera caso a ese consejo.
¿Qué educación se estaría dando a las personas que ahí residen? Volteen para otro lado, no importa lo que se transmite, si es violencia explícita, mentiras, no es importante participar ni exigir, solo cerrar los ojos.
No importa lo que pase en tu casa, en tu colonia, ciudad o en el país, sólo cierra los ojos, mira para otro lado.
No puedo estar de acuerdo con esta sugerencia. Hoy, más que nunca, se ocupan ojos abiertos, miradas críticas, propositivas. No actuemos como quieren que lo hagamos, en el individualismo sino como integrante de una sociedad que requiere mi participación. Esto me recuerda un poema de Bertolt Brecht, que reproduzco a continuación:
«Primero se llevaron a los judíos,
pero como yo no era judío, no me importó.
Después se llevaron a los comunistas,
pero como yo no era comunista, tampoco me importó.
Luego se llevaron a los obreros,
pero como yo no era obrero, tampoco me importó.
Mas tarde se llevaron a los intelectuales,
pero como yo no era intelectual, tampoco me importó.
Después siguieron con los curas,
pero como yo no era cura, tampoco me importó.
Ahora vienen por mi, pero es demasiado tarde.»