Por: Balvanero Balderrama García
El tiempo parece ser que corre, que avanza en una loca y vertiginosa carrera contra sí mismo –¿contra quién si no?-.
En esta su vorágine, nos vemos arrastrados, comprometidos, impulsados, impelidos, motivados y, también, con la sensación de que nada se puede asir, que todo se diluye como agua entre los dedos, como la modernidad líquida, como el agua del río que fluye y nunca es la misma.
Será por ello que hay tantas fotografías, de tantos espacios y momentos, imaginables e inimaginables; para capturar escenas entrañables e intrascendentes, de todo tipo y cuño.
Esto viene a la memoria porque este siglo XXI ya no es tan joven, va entrando en años; hemos transitado –casi- los primeros 19 años, seis mil novecientos veintiún días, y nos perfilamos a cubrir la primer quinta parte del siglo.
Canta el cantor que 20 años no es nada, pero sí lo son; recordemos: “no es lo mismo los tres mosqueteros que 20 años después”.
Pero quien le da el ritmo y la interpretación al paso del tiempo somos nosotros. Nosotros aceleramos el paso de la vida; nos apresuramos por llegar, por ganar el primer lugar, por ser, por publicar, por… lo que sea. Como cuando llegas a una megalópoli y tienes que entrar en sus avenidas, a sus velocidades, a sus prisas, con tus temores.
El próximo año está lleno de pendientes, presentes en el ahora: fortalecer instituciones, el Censo2020, perfilar futuros, luchas y trincheras, lo que me falta y lo que me sobra, lo que le falta y lo que le sobra, lo que nos falta y lo que nos sobra.
No es nada nuevo, ya lo gritó Mafalda: ¡paren el mundo que me quiero bajar!
Se hace necesaria la pausa que interpreta, que da significativo y sentido. Estas fiestas decembrinas motivan a la reflexión, a la reunión de familia y amistades; pero, en ocasiones, nos perdemos en la fiesta, en el regalo, en el comprar. Hay una invitación añeja para dejar de lado la individualidad y pensar en comunidad, transitar del yo al nosotros; construir en común.
Deseo, para ti tu familia, lo que quiero para mí y mi familia: el amor pleno, la realización de la persona, la fortaleza ante la adversidad, equidad, justicia y paz.
Nos leemos el siguiente año, con los renovados bríos de quienes esperan y trabajan por construir una mejor sociedad.
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