Columna Sedentaria
Por: Avelino Gómez
Sorprende que sean apenas unos niños. De los cuatro detenidos, por los incidentes de la noche del viernes en Colima, dos son menores de edad. Uno puede lanzar suposiciones para tratar de entender cómo dos adolescentes llegaron a este punto.
El reclutamiento del narco, la falta de oportunidades, las adicciones. Meras conjeturas con las que se intenta entender una realidad tan violenta como compleja. La pregunta que no admite suposiciones es ¿por qué?
Sabiendo que la niñez es tan vulnerable ¿por qué dejamos que nos la arrebaten? Hace quince años, cuando el estado le declaró la guerra al narcotráfico, estos dos jóvenes apenas habían nacido. Aquella generación, que entonces usaba pañales, ahora participa en el conflicto. Asesinan o son asesinados.
La estrategia nacional contra la inseguridad y la violencia —de la que todos hablan y nadie sabe explicar en qué consiste—, parece ser la misma que se implementa en Colima. Cabe preguntarse si esta estrategia está combatiendo la enfermedad, o nomás es un paliativo para mitigar los síntomas. La lógica elemental dice que no puede ser así, que un gobernante no sería tan perverso como para volver la vista, con disimulo, a la realidad imperante. Y, sin embargo…
Por lo pronto, la noticia de la semana fue que se logró la captura del líder de uno de los cárteles que operan en el estado. Y también, claro, la detención de cuatro involucrados en los actos de narcoterrorismo que se perpetraron, en Colima y Villa de Álvarez, tras la captura del cabecilla. El mensaje, entre líneas, es que hay resultados concretos ante el problema de la inseguridad. Resultados que, todos deseamos, contemplen soluciones.
Ahora sabemos que los niños y jóvenes son quienes están padeciendo los estragos de las malas decisiones, la corrupción, la ignorancia y la abulia. Siguen sin cumplirse aquellas promesas de campaña de convertir la educación, la cultura, el deporte y el empleo en ejes para prevenir y revertir la delincuencia. Peor todavía: al menos tres de esos rubros parecen no ser prioritarios en las nuevas administraciones de gobierno. Por otro lado, el programa de “Jóvenes construyendo el futuro” responde más a intereses clientelares de un partido político, que a la misma sociedad. Nos queda, pues, hacer que nuestra inmediata prioridad sean los niños y los jóvenes. Porque ese manido concepto de “reestructuración del tejido social”, tan recurrente en los planes de gobierno, ya suena a fracaso.