SEXUALIDAD Y PORNOGRAFIA
CARLOS OROZCO GALEANA
Un análisis reciente sobre 50 estudios encontró que la pornografía está asociada negativamente a la satisfacción sexual y relacional de los hombres. El documento Pornography Consumption and Satisfacción: Meta Analisys, concluyó que el “consumo de pornografía está asociada con bajos resultados de satisfacción interpersonal en las encuestas transversales, longitudinales y experimentales”.
“La pornografía es negativa para la sexualidad”, dijo Dawn Hawkins, directora ejecutiva del Centro Nacional de Explotación Sexual (NCOSE), una organización dedicada a oponerse a la pornografía, actividad vinculada al tráfico sexual, la violencia contra las mujeres, el abuso infantil y la adicción.
“La pornografía direcciona la sexualidad de un individuo a los píxeles de una pantalla en lugar de a una persona real, lo cual es intrínsecamente inconsistente con las relaciones sanas y orgánicas”. Así, esta actividad viene recibiendo, cada vez más, atención negativa a medida que más grupos e individuos destacan sus efectos destructivos sobre el bienestar y las relaciones personales.
El año pasado, durante una de sus convenciones, el Partido Republicano de USA declaró precisamente a la pornografía como una crisis de salud pública como parte de su programa, unos meses después de que el estado de Utah expresara lo mismo. En efecto, los teléfonos inteligentes y otras tecnologías han hecho la pornografía más accesible que nunca, aumentando la prevalencia de su adicción. Niños, jóvenes y adultos, con un click, pueden conectarse a ese mundo de ficciones que los esclaviza a seguir pautas que se antojan normales para nuestra época. A pesar de la evidencia científica en contra de la pornografía, existen fuertes sesgos a favor de la misma que la presentan como parte sana de la sexualidad.
“La pornografía es tan penetrante hoy que muchas personas crecieron viéndola y por lo tanto asumen que es una parte normal y saludable de la sexualidad; empero, al igual que los cigarrillos en la década de 1950, sabemos que solo porque una práctica es aceptada popularmente no significa que sea saludable o beneficioso”.
En esencia, la pornografía implica deshumanizar a una persona reduciéndola a una mera colección de partes del cuerpo para el propio placer sexual egoísta. Esta es una manera inherentemente antiética de ver o tratar a otra persona, concluyó el estudio.´
Actualmente, ese tipo de servicios constituyen una oferta que toman millones de adolescentes ávidos por descubrir el misterioso placer de la sexualidad. Ignoran, por supuesto, que los efectos que puede producir la adicción hacia ellos inhibe la libertad sexual con responsabilidad.
Por ello, la reducción de la presencia de la pornografía es hoy un sueño; la industria del internet está creciendo muy rápido y no da tiempo para intentar, mediante las legislaciones, crear un marco que al operar evite el daño a las mentes de jóvenes y niños.
En casa, los padres están superados por los niños en el uso de los artefactos y desconocen cómo pueden protegerlos de los efectos causados por sitios provocativos e indeseables.
El remedio en gran parte reside en la clase de educación que se da a los niños en el hogar y la escuela. El hogar educa, salva para una vida provechosa. Tal problema exige una solidaridad creciente para evitar daños colaterales en esa conducta multiplicada en millones de personas. Los padres de familia han de cuidar no ser asiduos respecto a hábitos que desean prohibir a los adolescentes.
Tiene que argumentárseles a las nuevas generaciones que la pornografía es nociva de entrada en las etapas tempranas de su formación humana y que, en todo caso, a más edad, podrán tener la madurez de conocer y, en su caso, rechazarla por su impacto tremendo.