Por Carlos Orozco Galeana
Fíjense ustedes que por el clamor generado por las elecciones y por la atención puesta en sus procesos, pasó inadvertido un reconocimiento que hizo la OMS al gobierno Lópezobradorista porque está enfrentando estratégicamente el consumo al tabaco, y no solo eso, porque después sumó otra acción que seguramente le hubiera ganado más reconocimiento: la prohibición de la circulación y comercialización de vapeadores y cigarros electrónicos, “una forma de venta promovida por la industria tabacalera para evadir los efectos de la prohibición para importarlos“. (La Jornada 1 de junio, pag. 11).
Fue el subsecretario Hugo López Gatell, quien se permitió dar la explicación de que esos productos – vapeadores – contienen un producto tóxico, acetato de vitamina E, una sustancia grasosa que al vaporizarse penetra hasta el último rincón de los pulmones y causa inflación microtrombosis y puede hacer perder la vida a las personas.
Por su parte, el presidente dijo que los padres de familia no han dimensionado el daño causado por los vapeadores por lo que hizo un llamado a dejar de usar esos productos que, entre paréntesis, como es fácil deducirse, provocan luego una demanda de atención desmedida en las instituciones de salud, que tienen que lidiar con la enfermedad de sus consumidores.
Aclara la OMS: la industria del tabaco ha generado otros productos para reclutar nuevos adictos, lo que amenaza a niños y adolescentes de una manera abierta, grosera, pero también disfrazada por como suele hacer dicha industria, con un discurso engañoso. Téngase en cuenta que el tabaco está asociado a todas las variedades de cáncer.
Fumar, en efecto, tiene un impacto negativo en la salud, es causa de la enfermedad pulmonar obstructiva crónica (EPOC), cáncer de pulmón, enfermedad cerebro vascular e infarto, además de hacer que la piel envejezca prematuramente e interfiera con la fertilidad, alertó el neumólogo Raúl Sansores Martínez al celebrarse el Día Mundial sin Tabaco.
Van estos datos: En México, 20 por ciento de la población entre 11 y 67 años de edad consume tabaco, y los fumadores activos fuman en promedio entre seis y 10 cigarros, aunque hay personas que llegan a dos cajetillas diarias. Cifras recientes indican que, pese a los esfuerzos internacionales por disminuir ese consumo mortal, el cigarro provoca la muerte de 7 millones de personas al año y genera gastos por 1.4 billones de dólares en el mismo periodo, por los costes en sanidad, pérdida de productividad y degradación medioambiental.
Las acciones del Estado en la protección de la salud, tendrían que ser más frecuentes y profundas. Si el régimen está mostrando sensibilidad en este tema de los vapeadores, es válido preguntarse por qué no se atiende de mejor manera el desmayo del sistema de salud, que no tiene la organización ni la economía, ni la política adecuada de quienes lo dirigen a nivel central, para satisfacer los requerimientos sanitarios.
En materia de salud no caben la corrupción, las improvisaciones, las dudas ni la tardanza en las soluciones, son vidas las que se pierden cuando por situaciones de orden político o ideológico, o de disputa de poder o de atribuciones legales, se condena a la sociedad a vivir en la incertidumbre que suele estar acompañada por la falta de recursos económicos o de atención médica y hospitalaria, como ocurrió durante la pandemia.
En el tema de hoy, asoma una preocupación real del gobierno de López Obrador, por proteger la salud y el medio ambiente y poner orden en una industria voraz a la que no le importa la salud de nadie sino solo el dinero. A los tabacaleros les importa vender sus productos engañando a la gente diciendo que usando los vapeadores o cigarros electrónicos, pueden más fácilmente alejarse de las adicciones y superar el consumo de tabaco. Eso es una falacia, lo que ocurre finalmente es que se causa una “epidemia dual, que es epidemia de vapeo y epidemia de consumo de productos convencionales”.
Aclarado esto, queda a la vista una acción franca y ejecutiva del Estado en beneficio y protección de los gobernados. Si en otros frentes estamos desprotegidos ( seguridad pública), al menos que se provoque un cambio en un territorio de intereses donde no hay balas y si puede haber más abrazos. Al fin negociantes, los industriales tabacaleros tendrán que asimilar esa nueva norma e idear otros modos de seguir incentivando su actividad sin causar daños a la salud como lo han venido haciendo con la venta de tabaco y demás productos.
Por fortuna, cada vez hay mayor conciencia del no uso del tabaco en lugares cerrados y aún con algo de ventilación. Eso permitirá tener una niñez más sana y a jóvenes con la atención puesta en hábitos positivos al no ver por todos lados fumando, incluso en sus hogares, a “chacuacos humanos”, que son propiamente los consumidores adictos.
Pero aún en los sitios al aire libre, podría haber normas a futuro porque el humo, aunque sea en partículas menores, se transmite por el aire y perjudica a las personas.