Por Carlos Orozco Galeana
Tuvo que generarse una crisis temporal con la contratación de 500 médicos cubanos para que el régimen viera la realidad en numerosas regiones de México donde no hay médicos ni medicinas, ni clínicas funcionando, ni caminos ni seguridad para sus habitantes.
Previamente a tales protestas, profesionales sin trabajo hicieron ver que el aparato de salud institucional no ofrecía plazas a médicos mexicanos y sí lo hacía con cubanos a raíz de las magníficas relaciones del presidente López obrador con el dictador de la isla y su grupo. En ese instante, Presidencia convocó a la participación de los profesionales médicos y aceleró una propuesta que ofrecía plazas para paliar su falta ante un déficit de 150 mil. Lo que ha ocurrido es que, para cubrir las poco más de 14 mil plazas ofrecidas, no se presentaron interesados para casi diez mil puestos en localidades con menos de 200 mil habitantes.
Donde más falta hacen médicos es en las regiones del sur del país donde coexisten problemas ancestrales de la más diversa índole. Guerrero, Morelos, Veracruz , Chiapas, son lugares a los que le hacen el feo los médicos porque suponen que la oferta no les garantiza una proyección legítima, económica sobre todo, que desean en su mayoría.
Y si no hay interesados para la plazas generales, para las de médicos especialistas, menos. A un mes de la apertura del proceso de contratación, se esperaba una respuesta que finalmente no llegó y México tendrá que estar abajo del parámetro internacional de atención que marca 230 médicos especialistas por cada cien mil habitantes, como reconoció el secretario de Salud, Jorge Alcocer.
Es por ello que el presidente Amlo, conocedor del territorio mexicano como pocos, dispuso de incentivos y facilidades y abrió la cartera de la república para que los especialistas aceptaran trabajo en localidades marginadas; él culpó al neoliberalismo, ese fantasma que no lo deja dormir, de provocar la privatización de la educación y la salud para “que estos derechos fueran una mercancía y solo accedieran quienes pudieran pagar por ellos”.
El asunto es que el gobierno federal confirmó que muchos médicos especialistas prefieren ganar menos que otros de sus colegas antes que sacrificarse en una posición territorial lejos de las comodidades y el buen vivir en las ciudades.
Esto equivale a condenar a regiones empobrecidas a no contar con profesionales médicos especializados que en esta época son esenciales para la estabilidad y bienestar de las comunidades, cuyos habitantes tienen que ir a los centros urbanos a gastarse su patrimonio ante enfermedades cuya atención es carísima.
Bien haría el régimen en buscar una solución definitiva a este problema. No será fácil lograrlo porque hoy impera un individualismo muy marcado, la humanidad está desgajada ante el empuje de las ambiciones de políticos, empresarios y dirigentes del mundo capitalista que buscan el éxito mediante la acumulación de bienes a expensas de lo que sea.
Los médicos, clase social alta, por su parte, han de recordar el juramento hipocrático de ver por los demás antes de por sí mismos. Deben alimentar la parte espiritual y solidarizarse con los demás dando ejemplo de altruismo en su desempeño. Han de tener en cuenta que México somos todos, que hay mexicanos sufrientes y sin acceso a lo que toda persona tiene derecho por su alta dignidad y, en este caso, por su salud.
En su formación, los médicos supieron que persisten formas de injusticia nutridas por visiones antropológicas reductivas y por un modelo económico basado en las ganancias, que no duda en explotar a los pueblos. El propio presidente López Obrador, a lo largo de su mandato ha fustigado a quienes representan al neoliberalismo, pero a la vez sin explicación alguna ensalza la participación en los grandes proyectos de su gobierno de la iniciativa privada, en lo que supone para muchos una contradicción.
El asunto es que el país está padeciendo carencias en salud que no deben minimizarse en el discurso cotidiano gubernamental. Tiene que hablarse claro, ser autocrítico; esta posición ayuda a comprender mejor las situaciones de crisis. Por ejemplo, frente a la pandemia, cuyos efectos se comienzan a sentir con fuerza, tiene que afinarse una estrategia nacional preventiva pues hoy se ignora hasta dónde pueda llegar la quinta ola.
Se gana mucho hablando con la verdad. Hacer buena política implica despertar la solidaridad, la unidad, generar confianza. Como decía Barack Obama ¿quién querría acercarse a un gobierno autista e irresponsable si en los hechos traiciona sus ideales que lo llevaron al poder y se cruza de brazos ante los problemas que en teoría debería resolver ? Y peor si se convierte, digo yo, en un atascadero o, lo más grave, en una élite más que solo piensa en sus beneficios.