Por Carlos Orozco Galeana
Reapareció hace días Emilio Lozoya para, en su papel de testigo preferido, referir y acusar al expresidente Enrique Peña Nieto y a Luis Videgaray, ex secretario de Hacienda, de confabularse e integrar una red criminal para pagar estrategias que afectaran las posibilidades de Amlo y Josefina Vázquez Mota de ganar la presidencia en los comicios del 2012.
Con dinero de la empresa brasileña Odebrech se pagó, según él, a analistas y asesores “quienes reportaban a Videgaray sus actividades”, y se compró a legisladores panistas con millonadas de pesos para que apoyaran la reforma energética. O sea, el dinero fraudulento circuló magistralmente de unas cuentas bancarias a otras hasta llegar a las de un gran número de actores políticos.
Pero cómo que la cosa ahora si va en serio por parte de la 4T, a la que se le atribuye un pacto entre Amlo y EPN, a quien se le apoyó desde Los Pinos a logar su objetivo quitándole de encima al entonces enfadoso Ricardo Anaya, el mentirosito panista que acostumbra vivir como príncipe en el corredor México – Atlanta y al que nadie le cree sus peroratas justicieras.
Presuntamente, Odebrech pagó a EPN mediante depósitos a una empresa fachada de Ginebra Suiza, unos 5 millones de dólares más 84 millones de pesos, unos 200 millones al tipo de cambio actual, cayendo en el tipo penal de “traición a la patria” al entregarse recursos naturales a una empresa extranjera a cambio de sobornos.
Así las cosas, Amlo pidió a Videgaray recién que se presente a declarar, pero este se ha vuelto ojo de hormiga. Ya la Interpol a punto está de emitir ficha roja para atraparlo pues no se sabe por dónde anda. La Fiscalía advirtió que “por los nexos internacionales que tiene Videgaray, puede ser auxiliado y escabullirse de la justicia”.
La Fiscalía está por establecer un cerco para que criminales de cuello blanco no se escapen de la justicia. Esta acción de gobierno inspira la desconfianza de muchos pues en México no hay evidencia alguna de que se haya molestado siquiera a ningún alto funcionario ( a un secretario de Estado, por ejemplo ) y menos a un riquísimo e influyente ex presidente como Carlos Salinas o Enrique Peña.
Por eso, los desconfiados dicen que todo es puro circo instalado para gestionar y garantizar el repudio que los mexicanos tienen hacia quienes lo han robado y defraudado desde el poder. Y de pasada, para ganar méritos ante los votantes en el siguiente proceso electoral.
Aún más: los mal pensados, argumentan que la persecución contra Peña y Videgaray significa una respuesta a la anterior mafia en el poder que se ha organizado junto al Pri, Pan y Prd para competir contra Morena, ganarle gubernaturas, arrebatarle el control de la Cámara de Diputados y restarle poder a López Obrador, quien por ahora hace ahí lo que quiere con sus alfiles legislativos Ricardo Monreal y anteriormente con Mario Delgado.
Si encuestaran seriamente a los mexicanos en relación al tema, seguro que habría un pronunciamiento concreto y válido por la aplicación de la ley a los que en el pasado reciente tomaron la presidencia como un instrumento para enriquecerse y aplastar a opositores con dinero sucio.
Se sabría que los mexicanos añoran vivir en una época donde impere el respeto por la ley, donde sea realidad la rendición de cuentas y donde no se use el poder para perseguir a los opuestos, donde la división de poderes pase de ser una quimera a una instancia reguladora del poder.
Ya estamos hartos de tanto circo mediático, de que se usen las instituciones para simular la justicia y perseguir a los enemigos políticos tratando de lograr simpatías que garanticen el continuismo de gobiernos y grupos de poder.
Por ello, no faltan los analistas que afirman que en la medida en que se dificulte a Amlo la posible victoria de Morena en las urnas en el 2021, echará mano del subterfugio ese de emitir fichas rojas mediante la Interpol para perseguir y en su caso encarcelar a rivales con los que trae pleito casado.
En resumen, como dijo el apóstol Felipe, hasta no ver no creeremos. Tenemos que ver tras las rejas a quienes mancillaron el honor de México y usaron las instituciones para sus fines muy personales, para robar recursos de la nación sin rubor alguno y demonizar la política.
Porque no son solo actos que se castiguen lo que es muy necesario.
Es un daño incalculable el mal ejemplo a las generaciones actuales de que la política es para robar, para tranzar aquí y allá, y no para construir una patria justa y libre.
Si Amlo va en serio a favor de esas aspiraciones, cuenta con mi apoyo irrestricto. No es más que una voluntad individual la mía, pero como buen mexicano que soy, deseo un país más democrático, más justo y con más oportunidades para todos.