TAREA PÚBLICA / Rezago Humanitario (El menosprecio y la discriminación, perturbadores)

Por Carlos Orozco Galeana

En diciembre pasado se conmemoró el Día internacional de las personas con discapacidad para exigir una sociedad libre de barreras culturales y físicas, para garantizar su libre acceso a los espacios públicos, para exigir su incorporación al mundo del trabajo, para promover la erradicación de todo tipo de discriminación y otras formas de intolerancia, así como para demandar que las personas que están disminuidas físicamente y requieren asistencia social temporal o permanente de las instituciones reciban un trato digno, con calidad, oportunidad y aprecio.

La pregunta inmediata es cuánto y en qué se ha avanzado los últimos años para ver en definitiva a una sociedad atenta al establecimiento de nuevas relaciones humanas, las que se distingan por el respeto, la solidaridad y la confianza entre grupos y clases sociales.

Y es que nuestras ciudades no están diseñadas para la inclusión, hace tiempo se criticó la nueva sede del Senado de la república porque los constructores y los senadores no pensaron en la gente que se mueve con dificultades; la cultura de plena integración y respeto no se ha consolidado tampoco y una visión de garantía de derechos desde las instituciones públicas es apenas incipiente. Pocos gobiernos se preocupan por tener en sus planes de desarrollo políticas a favor de estos grupos marginados que son tratados como si fueran pordioseros aunque tengan el derecho a una vida digna. Hay nuevas vías urbanas y el rey sigue siendo el automóvil con su amigo del alma, el celular. Y con cierta periodicidad, se está atropellando a gente de a pie o que anda en bicicleta o motocicleta o en los anillos periféricos de las ciudades.

México discrimina a la gente a pesar del movimiento internacional en contra de esta acción y no obstante la postura favorable a la inclusión de algunos gobiernos que se preocupan por el tema y el de sectores de población civil que luchan a favor de la gente más necesitada. Pero buena parte de la sociedad no se toca sus fibras íntimas para ofrecer un trato más humano a quienes difícilmente se valen por sí mismos.

La discriminación social es principalmente por la falta de amor al prójimo que subsiste en el mundo. El egoísmo en esta época es brutal, es el enemigo número uno del amor. Hemos caído bajo como sociedad, en un déficit humanitario porque no nos toca el corazón las personas que están en condiciones económicas complicadas y las que están en situación de riesgo cuando tienen que trasladarse a algún lugar sin ser auxiliados. Aún en los hogares, suele darse esta actitud que a veces significa abominación por los suyos. Pero se ha avanzado en algunas materias, como en transportes y empleo, al disponerse vehículos de alquiler para personas con alguna discapacidad, y muchas calles hoy tienen rampas de acceso para ellas, y mejora la ocupación laboral. Esta es una acción de gran significado humano para las ciudades. Pero aún hay trampas urbanas como son las banquetas en numerosas colonias, que son un peligro para personas mayores.

Hay por doquier muchas personas con cualidades diferentes que, afortunadas, además de valerse por sí mismas, ocupan determinados empleos. En ciertos lugares, como el aeropuerto de la capital del país, hay personas discapacitadas desempeñando tareas de vigilancia o administrativas con decoro y conformidad. O en algunas tiendas comerciales, que emplean a personas ya mayores. Debemos evolucionar hacia el momento en que esas personas no sean señaladas ni menospreciadas por nuestras actitudes injustas y egoístas.

Reflexionemos para cambiar de actitud en torno a la discriminación creciente que se vive. Que los festejos anuales sirvan no solo como recordación de una fecha más, sino como una ocasión histórica que valore la contribución de las personas desvalidas como parte de un todo social. Ninguna persona con capacidades distintas debe estar por debajo de nadie, Dios nos hizo iguales y las leyes dicen que también lo somos.

Que prosiga la lucha hacia una toma de conciencia a favor de las personas con capacidades distintas en situación de apremio que valen, reitero, igual que cualquiera. Actuemos a favor de quienes necesitan nuestro auxilio. Mañana, otros, replicarán en nosotros los actos buenos que hagamos hoy por ellos.