(La descomposición social, por debilidad de instituciones, corrupción, mala clase política y carencia de valores, dice la Arquidiócesis de México).
Por Carlos Orozco Galeana
De noviembre de 2021 al 19 de abril de 2022 han sido asesinadas 370 personas según datos oficiales del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública. Con datos recogidos por el periodista Alfredo Quiles Cabrera, se resume que en este trimestre recién concluido Colima registró la proporción más alta de homicidios dolosos en el país, con una tasa de 26.82 víctimas por cada 100 mil habitantes, equivalente a casi cinco veces la tasa promedio nacional, que es de 5.65.
En números absolutos, el periodo enero-marzo de 2022 se convirtió en el arranque de año más violento en Colima desde hace un cuarto de siglo que se tiene registro oficial, seguido por el primer trimestre de 2019, en el que se contabilizaron 210 asesinatos; el de 2020, con 199 casos, 2018, con 194, y 2017 con 184. El mes más violento hasta la fecha fue marzo, con 96 homicidios dolosos. La ola de violencia que se presenta en Colima no se ha logrado frenar y hasta el momento, de acuerdo con la Fiscalía del Estado, únicamente se ha detenido a unas cuantas personas por el delito de homicidio.
Este reconocimiento oficial último es síntoma de un verdadero desastre. Significa casi a una rendición, una incapacidad del Estado para impedir un fenómeno que afecta la convivencia de los colimenses en forma superlativa. Prueba que han sido poco provechosos los esfuerzos hechos desde las instituciones de seguridad para paliar al menos esa violencia homicida que cobra vidas diariamente.
Me pregunto de inmediato qué es lo que perciben las fuerzas del mal cuando actúan con impunidad absoluta en sus condenables acciones. Saben que hay numerosas corporaciones policíacas, el Ejército y la Marina, vigilando en la entrada de las ciudades o en sitios urbanos de gran circulación de personas y que hay un C5 que, aunque no opera al cien por ciento, en algo contribuye a combatir la criminalidad; en resumen, saben que el Estado está siendo blindado y, sin embargo, nada les asusta, a nada le temen.
A menudo hay opiniones sobre las causas de la criminalidad y se adjudican culpas. Lo que prevalece, es la idea de que hay una responsabilidad colectiva, un no hacer desde los hogares, un no hacer desde las escuelas, una situación social que fue fraguándose durante años, desde que los padres de familia declinaron la educación de los hijos. Hay muchos hogares disfuncionales, a la deriva, con la guía del padre o la madre, y que resulta insuficiente, acaso caldo de cultivo para la prosperidad de la delincuencia.
Entonces, ha de haber un manos a la obra. Debe empezar a construirse la solución mediante el liderazgo de los gobiernos, con políticas renovadoras que motiven a un cambio de conciencia generacional. Falta impulsar una mayor comunicación social por parte del gobierno y motivar a la sociedad a hacerlo al interior de las familias donde nace y coincide la buena semilla o el fruto malo.
Colima no merece esta suerte de violencia. De buenas a primeras, se convirtió en un lugar peligroso y para muchos no apto para vivir y progresar; hemos cobrado mala fama con los impactos económicos y de índole moral que ello produce. Seguro que muchos jóvenes se irán en búsqueda de la vida a otros lugares porque aquí se respira pólvora y hay sangre regada por todos lados.
La violencia nos conducirá, ya nos conduce, a una fase de perdición. Tenemos que recuperarnos. Tenemos que hacerlo de la mano de los nuestros cercanos. De los gobernantes esperemos más aciertos, aunque están inmiscuidos en cosas más importantes que la seguridad de todos. Muchos andan en campaña (permanente), de lado a lado gastando el dinero público. Solo el compromiso de todos los sectores de la sociedad podrá erradicar el crimen organizado del país, pues «no basta la acción militar, no basta la acción del Estado».
«México está mostrando ante el mundo una grave descomposición social provocada por la debilidad de sus instituciones, por la corrupción en todos los niveles, por la mezquindad de la clase política y por la falta de valores y compromisos entre su población», criticó la vocería del Arzobispado de la ciudad de México, quien hizo ver la falta de «una estrategia de mayor dinamismo e inteligencia que vaya mucho más allá de lo que pueden realizar las fuerzas armadas y las policías del país».
Uno de los especialistas en el combate a las mafias, el sacerdote italiano Luigi Ciotti, indicó que «ningún gobierno ha podido erradicar la violencia del crimen organizado con las fuerzas militares y policíacas, es preciso que todos los sectores de la sociedad se involucren en la solución de este cáncer».