Como si el temor, hambre, sed, preocupación y cansancio no fueran prueba suficiente, nuevos retos se presentan para aquellos que recorren los 1.600 kilómetros (1000 millas) a Europa: lluvias torrenciales y lodo espeso.
Unos 7000 refugiados y migrantes, incluidas varias familias con niños pequeños, desafiaron las fuertes lluvias del jueves para cruzar la frontera norte de Grecia a Macedonia en lo que la policía griega dijo que es el mayor grupo visto hasta ahora.
En la ciudad griega Idomeni, grandes grupos se reunieron antes del amanecer, utilizando cualquier cosa que pudieran encontrar —plásticos, bolsas de basura, chamarras con gorro, incluso una sombrilla de playa— en un intento en vano por mantenerse secos. Los zapatos deportivos se enterraban en el lodo. La lluvia goteaba de gorros y capuchas. Todos estaban empapados hasta los huesos.
El gran flujo de gente llegó luego de que autoridades helenas lograran registrar a 17.000 personas en apenas unos días en la isla de Lesbos, permitiéndoles continuar su viaje hacia otros países europeos más al norte. El gobierno interino de Atenas alquiló dos transbordadores adicionales y envió personal extra a Lesbos para agilizar el proceso de registro y aliviar el hacinamiento en la isla, donde llegaron a concentrarse más de 20.000 refugiados y migrantes en condiciones precarias tras arribar a la costa en lanchas procedentes de la vecina Turquía.
Grecia, Italia y Hungría se han visto abrumados este año, en especial este verano, por la oleada de refugiados y migrantes que buscan seguridad en Europa. La gran mayoría de los que llegan a Grecia son sirios que huyen de la guerra civil de su país, les siguen afganos.
En Bruselas, la Unión Europea formada por 28 naciones busca planes de apoyo para distribuir a 200.000 personas entre sus miembros, pero se enfrenta a la fuerte resistencia de algunos países. La mayoría de ellos se dirigen al norte para acomodarse en países más prósperos de la UE, como Alemania o Suecia.
Para algunos, el caos, el frío y la lluvia son insoportables. Un hombre iraquí le pregunta a quienquiera que se encuentra cómo puede volver a casa. Ya no soporta las condiciones para llegar a Europa, dijo.
Abas Jizi, un sirio de 30 años que trabajaba en una tienda en Siria, se apiñó alrededor de una fogata con su esposa y tres hijos en la estación de trenes de Idomeni, acunando a su hijo de un año.
«La policía me golpeó en Lesbos», dijo. «La situación era muy mala. Esperamos 10 días para sacar nuestros documentos».
No tuvo más opción que dejar Siria, agregó. «En mi país, la situación es muy mala. Los helicópteros sobrevuelan la ciudad y bombardean».
Jizi tiene en mente llegar a Dinamarca. «No tengo a nadie ahí pero creo que puedo reconstruir mi vida». AP