Colima.- Bastó que tres mujeres asustadas entraran a un café por los sonidos originados en la calle – similares a disparos -, para que todos se tiraran al piso y se escondieran debajo de las mesas.
Es la nueva triste realidad de Colima.
“Tírense al piso, métanse al baño”, se escuchó gritar una voz en el café que está en el cruce de Sevilla del Río e Ignacio Sandoval, el sábado 20 de agosto después de las 20:00 horas.
Las tres chicas que estaban en la terraza con vista a Sevilla del Río, no dudaron en entrar al café a refugiarse al escuchar detonaciones (sin saber que eran cohetones).
En automático, y ante la incertidumbre de no saber de dónde o qué eran los sonidos de detonaciones, los clientes y empleados al interior del café se tiraron al piso.
Pasaron 5 minutos de incertidumbre, hasta que todo quedó en un susto y una anécdota de la triste realidad social que vive el estado y el país.
A una cuadra de distancia, un grupo de personas festejaba con cohetes al término de una misa oficiada para una quinceañera; adentro del café, todos estaban en el piso protegiéndose bajo mesas y muebles.
La reacción de tirarse al piso como medida de protección, es consecuencia de los hechos delictivos que se han registrado desde el 25 de enero de este año en Colima.
Esta psicosis que vive la población de Colima, particularmente la que radica en la Zona Metropolitana Colima – Villa de Álvarez, se ha reforzado en la sociedad, por la ola de violencia que vive la entidad desde enero pasado, tras una riña en el interior del penal de Colima que dejó 9 muertos y varios heridos.
Esta pugna en el interior del penal, se trasladó a las calles de Colima y no ha parado.
El sábado pasado pudimos observar en un solo lugar, lo que los niveles de inseguridad que vive el estado han provocado en la población.
El hecho y la histeria no terminó en ese lugar, se extendió por cadenas de WhatsApp, porque más de un medio se fue en esa ola de rumores y publicaron que se había registrado un enfrentamiento en la zona norte de Colima.
Mi celular comenzó a sonar y a recibir mensajes por redes sociales, «¿qué pasó en Sevilla?, ¿confirmas? -quienes mandaban capturas con las publicaciones de un medio y redes sociales-, ¿es verdad que hubo enfrentamiento?, ¿oye qué sabes, hay que meterse a la casa?.
Quienes viven en esta Zona Metropolitana saben que cualquier sonido de arma o cohete, se puede escuchar a kilómetros a la redonda.
Pero esta reacción de auto protección al escuchar detonaciones por arma de fuego o cohetones, no es privativo de la población común y corriente, sino de los propios funcionarios de primer nivel como la gobernadora del estado, Indira Vizcaíno Silva.
El pasado 8 de agosto por la tarde, ella estaba presente en un evento de educación en una escuela en el municipio de Villa de Álvarez, cuando a varios metros comenzó una balacera.
En ese momento el equipo de seguridad que tiene la titular del Poder Ejecutivo, conformado por varios guardaespaldas, elementos de la Secretaría de Seguridad Pública y Marina, la retiraron a medio evento a toda prisa en su camioneta blindada.
Los asistentes, padres de familia y alumnos, hicieron lo que pudieron, de acuerdo a sus capacidades e ideas de auto protección.
La realidad es que en Colima ya nadie está exento del estrés colectivo por la inseguridad, que aunque no se originó en este nuevo gobierno, sí ha llegado a niveles preocupantes (acciones no antes vistas).
De enero a la fecha en dos momentos claros, el nivel de inseguridad ha orillado a la población a auto limitarse en su libre tránsito. El inicio de esta ola de violencia a finales de enero y principios de febrero, acompañado de la tardanza de 72 horas en que el gobierno estatal informara lo qué sucedió; y hace días cuando en un operativo de la delincuencia fueron incendiados 14 vehículos en 11 hechos delictivos en la Zona Metropolitana de la capital.
En una conversación por separado con líderes empresariales de distintos ramos, -que piden guardar su identidad-, me señalan que en una comparativa simple por el tiempo que lleva la ola de violencia (enero – agosto) las afectaciones económicas son muy similares a las provocadas por la pandemia en sus peores momentos.
Esta ola de violencia ha provocado que la población tome medidas por iniciativa propia como: resguardarse antes de las 22:00 horas, evitar en la medida de lo posible los restaurantes y bares, recortar el tiempo de estancia en establecimientos públicos, esto sin contar los negocios que han comenzado a cerrar por los efectos de la inseguridad.
Y es que las ejecuciones y ataques armados se dan igual en la calle, en pleno jardín, que en un concurrido bar, restaurante, tienda de abarrotes o tienda departamental.
Así, en Colima, Villa de Álvarez, Cuauhtémoc, Comala, Coquimatlán, siguen las ejecuciones, aparición de personas asesinadas, partes de restos humanos, cabezas humanas, hombres y mujeres envueltas en cobijas, bolsas o ‘embalsamados’ con cinta gris. Manzanillo y Tecomán tampoco escapan de estos hechos violentos, incluso en el puerto hay hallazgos de personas mutiladas con características sádicas, algo que no era tan evidente años atrás.
Nunca como antes la violencia se había incrustado en la vida cotidiana de todos los habitantes del estado de Colima, en especial en la Zona Metropolitana en el norte del estado.
Ambulancias, disparos, ráfagas de ametralladoras, militares en las calles, marinos, Guardia Nacional, Policías Estatales, son el paisaje urbano habitual de todos los días en las ciudades en el estado.
Apenas se escucha una ambulancia y patrulla y el colimense comienza a buscar qué fue lo que sucedió, en medios de comunicación, redes sociales o aplicaciones de mensajería instantánea.
Las cifras
Este panorama no solo es percepción, los números son fríos y contundentes, en los primeros 7 meses del 2022 (enero-julio) se han registrado en Colima 524 homicidios dolosos (ejecuciones), seis más que en el mismo periodo del 2021 (518), de acuerdo al Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP).
Pero hasta el último corte oficial de la vocería para la seguridad del gobierno de Colima (11 de agosto) se reportaron 554 homicidios dolosos, 94 lesionados (homicidio doloso en grado de tentativa) y seis ciudadanos lesionados calificados por la autoridad como daños colaterales.
Del total de homicidios dolosos en lo que va del año, 63 eran mujeres y dos de ellas tenían 12 años al momento de fallecer.
Mientras que al corte del 11 de agosto, en Colima se habían reportado como desaparecidas 480 personas, 321 no localizadas, 128 localizadas vivas y 31 localizadas muertas.
De acuerdo al registro de AF, del 11 de agosto hasta la noche de este miércoles 24 de agosto, hubo 13 muertos más (ejecutados en la vía pública), 19 lesionados y siete embolsados, restos o encobijados.
Además la entidad se ubica con el estado con mayor número de delitos cometidos por cada 100 mil habitantes, con 297.6 cuando la media nacional es de 136.
En este rubro Colima está muy por arriba de entidades como: Ciudad de México, Jalisco, Veracruz, Michoacán, Zacatecas, Estado de México, Quintana Roo y Guanajuato, entre otros.
En cuanto al delito de homicidio doloso comparado entre julio del 2021 y julio de este año, Colima tuvo un incremento del 30 por ciento, cuando la media nacional en este comparativo es de -6.3 por ciento.
Mientras tanto, el gobierno del estado refiere una y otra vez la llegada de elementos de las fuerzas armadas por cientos, y por momentos el descenso en las cifras, pero la violencia no se ha detenido, la incertidumbre de la población está, es real y se percibe.
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