Tristeza

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Por: Rubén Pérez Anguiano*

  • Me siento triste por el final (si es que existe un final) del periodo del presidente Andrés Manuel. Percibo algo incompleto, como si la administración se hubiera agotado sin dar todo de sí, como si no hubiera valido la pena. Tengo la sensación de que algo salió mal o que vendrán cosas peores.

  • Sería injusto señalar sólo lo negativo. Sin duda quedan aspectos a favor en el balance. Pero la oscuridad es más perceptible que la luz, por lo menos en este momento. Quizás se hace necesaria la distancia, para que el tiempo permita apreciar las cosas con equilibrio.
  • Mientras tanto, la imagen de una sociedad dividida, donde se imponen las visiones maniqueas de todo lo malo y todo lo bueno, son bastante elocuentes. Carecemos de juicios equilibrados, de perspectivas desapasionadas. Todo es idolatría o denostación. Quizás sea resultado del estilo del presidente Andrés Manuel y su partido, un estilo que exige apoyo total o animadversión absoluta.
  • Las grandes obras de la administración se presumen con un sabor inconcluso. Si, allí están, pero no funcionan bien o parecen a medias. Aquí vale la pena insistir en algo: las obras públicas deben tener la capacidad de defenderse solas. Me explico: deben brindar resultados tan elocuentes que silencien de inmediato cualquier crítica. Algo salió mal si se ven discutibles, si no brindan respuestas, si no cumplen su función esencial o si resulta fácil criticarlas.
  • No parece necesario insistir aquí en los resultados de obras como el Tren Maya, la refinería de Dos Bocas o el nuevo aeropuerto. Allí están, claro, pero no parece suficiente. Se necesitan muchos párrafos para defenderlas, mientras que la crítica es muy fácil y hasta evidente. No son obras dotadas de la capacidad de defenderse “a sí mismas”, si es que tal expresión puede ser válida.
  • La corrupción es una de las grandes tragedias de la vida pública mexicana. Por desgracia esta administración no salió bien librada de ella. Sucedió el escándalo de miles de millones de Segalmex y se han difundido, con razón o sin ella, señalamientos sobre los hijos del presidente Andrés Manuel y sus presuntos asociados o protegidos.
  • Otro hijo del presidente fue electo secretario de Organización del comité nacional de Morena. Se le señala como el siguiente en la lista de sucesión, aún desde este momento. Fue un movimiento que en otra época habría despertado grandes críticas. Es más, nadie se habría atrevido a eso, por lo menos desde López Portillo a la fecha. Por su parte, la nueva presidenta de Morena, Luisa Alcalde, señaló que en su partido no existe el nepotismo, como si el decir que no y que no fuera suficiente para torcer la realidad, una realidad terca que dice lo contrario. En fin, mejor no debió decir nada, pues en casa del ahorcado no se mienta la soga.
  • La nueva administración inicia con un escándalo innecesario: la no invitación al jefe del Estado español al acto formal de toma de posesión. Esa torpeza diplomática quiso justificarse como un acto nacionalista, pero los argumentos suenan casi infantiles. Es incluso patético revisar lo que dicen los corifeos señalando como una virtud republicana rechazar a un rey mientras se rastrean supuestos agravios históricos. Es como algo surrealista.
  • Las últimas reformas constitucionales también estuvieron marcadas por la polémica. Una de ellas, la relativa a la reforma al Poder Judicial, sigue dividiendo al país y se considera lesiva al equilibrio de poderes, esencial para el funcionamiento de la República. La otra, la correspondiente a la Guardia Nacional, despertó de nuevo la vieja polémica de la militarización de las funciones de seguridad pública.
  • Mientras tanto el país se asoma a una nueva administración con serias dudas sobre la capacidad financiera para hacer frente a los desafíos que vienen. Circulan diversos análisis sobre endeudamiento, inflación y crisis fiscal. Ojalá no amanezcamos en las próximas semanas con una noticia terrible sobre las finanzas públicas o la economía nacional. Esperemos que no. Mientras tanto sigo triste, como si algo estuviera mal. Espero en verdad estar equivocado.

 

*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 56 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo, ensayo y fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policiaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.