El primer ministro turco, Tayyip Erdogan, parecía el lunes estar un paso más cerca de una candidatura presidencial y de imponerse en una lucha de poder, calificando los firmes resultados en las elecciones locales como un mandato para perseguir a los enemigos «en su guarida» dentro del Estado.
Su Partido AK arrasó con el mapa electoral en las elecciones del domingo, en las que recuperó el control de las dos ciudades más grandes del país, Estambul y Ankara, y aumentó su participación en la votación nacional.
Desde un balcón en la sede del partido al final de una larga y amarga elección que se convirtió en un referendo sobre su Gobierno, Erdogan dijo a miles de seguidores que sus enemigos en la política y el Estado, a quienes tildó de «traidores», «terroristas» y «una alianza del mal», pagarán el precio.
«Entraremos en su guarida», dijo el primer ministro antes de que los fuegos artificiales iluminaran el cielo de Ankara. «Serán acusados. ¿Cómo se puede amenazar la seguridad nacional?», agregó.
El duro tono de su discurso insinuó que siente que ahora tiene un mandato para implementar una acción más fuerte contra sus enemigos. «Desde mañana, tal vez alguno huya», afirmó.
La campaña electoral fue dominada por una lucha de poder entre Erdogan y el clérigo basado en Estados Unidos Fethullah Gulen, a quien acusa de usar una red de seguidores en la policía y el sistema judicial para inventar calumnias en un intento por derrocarlo.
Erdogan ha expulsado a miles de policías y cientos de jueces y fiscales desde que en diciembre redadas anticorrupción se centraron en empresarios cercanos al primer ministro, así como en los hijos de algunos ministros del Gobierno.
El principal partido de oposición CHP dijo que impugnará el resultado en Ankara, donde la votación fue muy justa. Pero no se esperan grandes cambios en un recuento nacional que deja al AKP con un 45,6 por ciento de casi todos los votos contados, un robusto crecimiento desde su 39 por ciento logrado en las elecciones locales del 2009.
Erdogan no ha ocultado su ambición de convertirse en el primer presidente electo en las elecciones de agosto, pero su disputa con Gulen, las acusaciones de corrupción y protestas callejeras el año pasado han generado dudas sobre qué tan fácilmente se asegurará una mayoría en la primera vuelta.