TAREA PUBLICA
Por: CARLOS OROZCO GALEANA
Superados ya antagonismos cebados por algunos dirigentes políticos de Morena en el pasado reciente, la relación entre la Universidad de Colima y el Gobierno del estado pasa por un momento esplendente y se encamina a una etapa de colaboración fructífera y de largo aliento. Se ha comprendido la necesidad de forjar arreglos, de armar proyectos benéficos entre ambas entidades que procure el desarrollo en los diversos ámbitos de interés social, y sumar fortalezas.
En esta época aciaga en que la vida desmerece, cuando hay mucho desorden y desesperanza en casi todos los sectores por la violencia criminal, la pandemia y la carestía de precios de artículos de primera necesidad, tiene que surgir el anhelo en que las cosas buenas aparezcan y qué mejor que la Universidad de Colima pare la mano para decir, con un estoy aquí, que tiene toda la disponibilidad ( la ha tenido siempre) de trabajar ordenadamente para que nuestra entidad aproveche su potencial y represente hacia el futuro lo que todos deseamos.
Si algunas veces hay diferencias entre quienes dirigen organismos públicos por el poco criterio que les caracteriza a algunos personajes, la consecuencia son el surgimiento de pugnas desgastantes, infructuosas; es tiempo de tener la cabeza fría y procurar que las buenas relaciones inter institucionales sean la piedra angular de relaciones constructivas. No a los golpes bajos, no al enfrentamiento entre facciones, sí a la colaboración y al respeto mutuos.
La gobernadora Indira Vizcaíno, por cierto, le ha quitado el hielo a la relación impedida hace meses entre los dirigentes de la Universidad de Colima y algunos personajes afines a su grupo, y eso es particularmente bueno. Esa actitud significa un acopio de madurez, sensibilidad política y certidumbre acerca de la función específica que tiene la institución: desarrollar conocimiento para promover un cambio estructural.
El rector de la U. de C., Chirstian Torres Ortíz Zermeño, por su parte, ha hecho gala de buenos oficios y demostrado madurez y criterio institucional ratificando con su conducta institucional que su elección como tal fue la más conveniente y que la universidad tiene un mando equilibrado y eficaz. Ayuda a su desempeño, por cierto, su equilibrio emocional al contar con una familia unida y armoniosa. Pudo haber dicho, en los tiempos difíciles, para sus adentros: “si para pelear se requieren dos, no cuenten conmigo”. Un hombre que sabe guíar a su familia es más confiable en la toma de decisiones públicas.
Escrito esto, recupero la información del 4 de marzo en la que se anuncia que las dos entidades, gobierno y universidad, trabajarán en común 10 proyectos “para beneficio estatal, regional y asuntos de ciencia, movilidad académica, protección civil y desarrollo agrícola portuario”. Es decir, son trabajos que, según el rector, están en concordancia con el Plan Estatal de Desarrollo ( no se dijo de cual, si del que rigió con IPS o del actual que está elaborándose y se presentará allá por el mes de mayo o junio).
Las universidades son motor del cambio. El académico de la Universidad de Guadalajara, Trinidad Padilla López, explicó en un Congreso que la función de una universidad es de formar un ambiente intelectual superior, crear y propagar conocimientos, desarrollar y disciplinar las inteligencias y formar a la persona por su capacidad y su acción benéfica, crear pensamiento crítico, porque la producción del conocimiento no es un hecho solamente reflexivo, sino la expresión de complicadas interrelaciones sociales condicionados por los seres humanos en los procesos de transformación social, con la finalidad última de la obtención de un bienestar común.
Es decir, la Universidad, en este caso la de Colima, está inmersa en un mundo de responsabilidades que no pueden hacerse a un lado so pena que renuncie a su papel histórico de entidad transformadora y creadora de conocimiento. Para cumplir sus finalidades, ha de ser provista de los elementos necesarios, generando también los propios, en un ambiente de respeto a la autonomía y la libertad de cátedra. Y desembocar, ya en un ambiente luminoso, en la generación del bien común.
Pero reitero: lo que ha de resaltarse es el cambio de actitud que se ha producido los últimos meses en la relación gobierno – universidad, identificación que es un poderoso eslabón que facilita la apertura de caminos nuevos que sugieren un sexenio de cooperación mutua y asistencia recíproca.
Esa animadversión mutua entre las dos entidades, que fue notable desde hace pocos meses, fue vencida finalmente por la inteligencia, la sensibilidad y la capacidad de las partes; era la situación anterior, por sí misma, una exhibición desleal, una falta de nivel político y de comprensión social para entender el momento histórico que vivimos y el papel descollante que tiene un centro de estudios como el de la U. de C. Por esa controversia inusitada, muchos colimenses pensamos que en el actual sexenio, a juzgar por las peticiones de los morenistas de demandar auditoría a la institución, generaría condiciones de inestabilidad y retroceso. Esa situación ha desaparecido, y eso es bueno para Colima, lo que no quiere decidir que la institución educativa, al recibir recursos públicos, no tenga que rendir cuentas claras como las leyes reclaman.
Agrego por último que la Universidad de Colima es un baluarte contra la ignorancia, los rezagos y la mediocridad. Requerimos una institución que marque los cambios siempre, que esté bien dirigida y resuelva sus quehaceres en un marco de respeto absoluto a su autonomía. Eso es bueno para Colima