EL ARCÓN DE HIPATIA
Por. Saraí AGUILAR ARRIOZOLA
En México, en los últimos años, las marchas y concentraciones el día 8 de marzo han crecido. Las mujeres han tomado las calles para manifestarse. Similar a lo que acontece en otras partes del mundo donde el movimiento feminista ha cobrado visibilidad.
No obstante, una realidad es que la violencia no ha cesado. En el país los índices de feminicidios han ido en aumento, si bien esto es parecido a otros indicadores, lo que podría dar lugar a interpretarse como un aumento en general. Sin embargo, hay violencias cotidianas y otras causas en la agenda que no se han atendido y siguen latentes.
Brecha salarial, brecha digital, condiciones poco favorables para ser madre y trabajadora, empleos informales, cargas de trabajo doméstico desiguales, justicia sin perspectiva de género… se suman a los problemas de violencia doméstica, feminicidios, acoso y violencia sexual, desapariciones y la lista sigue.
¿Cuántas marchas más faltan para que la sociedad, nosotras incluidas, deconstruyamos este sistema patriarcal que reproducimos sin parar?
¿Cuántas muertas más? ¿Cuántas madres buscando a sus hijas en fosas clandestinas más? ¿Cuántas niñas y adolescentes violentadas sexualmente en sus propios hogares más? ¿Cuántas ancianas despojadas de sus patrimonios más?
Y con esto no se busca victimizarse. Se está consciente que aun entre las iguales hay unas más iguales que otras. Por ejemplo, el avance en la paridad legislativa va viento en popa. Cada día vemos más mujeres en la arena política, sin que esto haya impactado positivamente la vida de las mujeres de a pie. Hablamos de romper el techo de cristal cuando olvidamos a las mujeres que ganan día a día el sustento en puestos callejeros sin garantías sociales, y parece no indignarnos. Marchamos por la libertad de salir de fiesta, de andar en la calle segura, pero pocas se acuerdan de las mujeres que pasan 24 horas confinadas a ser cuidadoras de enfermos por el simple hecho de ser la mujer de la casa, sin un momento para atender su propia salud, menos para salir de fiesta. Pedimos representación política para que aquellas por las que impulsamos con nuestro voto utilicen el espacio para cobijar a los violentadores de sus bancadas y partidos.
Y esto no busca demeritar las causas de nadie, sino que no olvidemos las causas de todos. Porque mientras en el feminismo se replique un sistema patriarcal, aquellas que históricamente han sido oprimidas lo seguirán siendo, pero ahora por sus pares.
Que en el torbellino morado y la fiesta de glitter no se olvide el por qué se marcha, el por qué se lucha, el por qué se grita. Que no se olvide que somos las voces de las que no pueden hablar, de las que ya no están. Que la lucha es por la causa, por la agenda y no por el poder. Hasta que ser mujer no duela, hasta entonces.
Columna publicada con la autorización de Saraí AGUILAR ARRIOZOLA