El pez sin el agua
Por: Rubén PÉREZ ANGUIANO *
Uno de mis libros preferidos de Mario Vargas Llosa es su autobiografía: El pez en el agua. Si, lo sé, debería ser alguna de sus novelas, pero tengo poca paciencia para novelas y cuentos y prefiero concentrarme en los ensayos y las biografías.
No sé la razón: es lo que hay. En fin, como una forma de rendirle un pequeño homenaje al maestro, esta columna se llamará en lo sucesivo “El pez sin el agua”.
No es sólo un homenaje, en realidad así me siento, como un pez lejos del agua. No un pescado, pues eso implicaría deceso y estoy más vivo que nunca, pero tampoco estoy a mis anchas en el líquido que me apasiona, sino en medios que me permiten respirar, aunque sin la plenitud acostumbrada. Eso resume mi sensación actual, alejado de las prácticas que me entusiasmaron durante décadas y explorando, hasta el momento, otros oficios y vocaciones de los que me mantuve alejado: la docencia y las reflexiones públicas, entre otros.
La inquietud de hoy nace de una lectura de Platón, su diálogo llamado Hipias Mayor, donde Sócrates se deleita en torturar al famoso (en su momento) Hipias, que en modo alguno era un tonto, sino más bien un erudito con algunos extraños talentos nemotécnicos. El diálogo es una compleja exploración sobre el significado de la belleza, de la que todavía se puede decir mucho, pero, en fin, para no abrumarles con detalles, paso al punto:
Sócrates afirma que a veces las instituciones y las costumbres son consideradas bellas por los habitantes, pero en otros momentos ocurre lo contrario: que no existe el conocimiento sobre ellas y que, privadamente, entre las personas y, públicamente, entre las ciudades, hay ofuscación y lucha sobre ellas (puede consultarse la frase en la página 425 del primer tomo de los Diálogos, publicado por Gredos en 1985)
Una percepción así tengo en torno a la próxima elección de los jueces y ministros del Poder Judicial (Nótese que le sigo mencionando con mayúsculas, “Poder Judicial”, aún cuando en lo sucesivo deberíamos anotarle con minúsculas.) La institución judicial y el orden republicano en general fue muy valorado por los estudiosos, pero se mantuvo distante de la sensibilidad y el conocimiento de la mayoría social. No es ello raro: muchos temas de nuestra vida pública se mantienen en un cierto nivel, pero se miran y escuchan con desconfianza, incluso con indiferencia, por amplios sectores de la sociedad en la que estamos inscritos.
La cosa es que esa institución (lo judicial) y esa costumbre (el orden republicano) fueron fácilmente hechos a un lado por una administración gubernamental que podemos llamar paradójica. Le llamo paradójica porque a pesar de sus reveses y fracasos, que la podrían colocar entre las peores administraciones de la historia (ya se verá con el tiempo), sigue alimentando la fantasía política de la mayoría social y su protagonista, con todo y lo que podamos reprenderle, que es mucho, sigue al parecer en una elevada concepción para esa misma mayoría.
Tendremos que participar en esa elección judicial, ya a la vuelta de la esquina, pues no podemos estar al margen de las decisiones nacionales, pero podemos aventurar que significará el peor retroceso que pudiera experimentar nuestra democracia.
De entrada, todo el prestigio acumulado por la autoridad electoral en el curso de décadas será tirado a la basura, tan sólo por un aspecto (entre muchos): desaparecieron los controles que impedían las manos sucias a lo largo del proceso. Será una tragedia, así lo creo, pero sólo para algunos.
Regresemos a Sócrates. Algunas instituciones parecían hermosas, pero en realidad no existía conocimiento amplio sobre ellas y, en consecuencia, entre las personas y las ciudades se extendía la desconfianza y la indiferencia.
Lo lamentaremos, claro, pero no todos, sólo unos cuantos, entre los que me incluyo (a mucho orgullo).
*Rubén Pérez Anguiano, colimense de 56 años, fue secretario de Cultura, Desarrollo Social y General de Gobierno en cuatro administraciones estatales. Ganó certámenes nacionales de oratoria, artículo de fondo, ensayo y fue Mención Honorífica del Premio Nacional de la Juventud en 1987. Tiene publicaciones antológicas de literatura policiaca y letras colimenses, así como un libro de aforismos.