México.- El lenguaje de las aves está conformado por elementos sencillos, llamados notas, mismas que juntan para formar sílabas; con éstas crean frases para, finalmente, integrar sus cantos. Algunas, como las del género Toxostoma, tienen un repertorio muy amplio; otras aves sólo tienen dos o tres.
También algunas especies pueden presentar diferencias, según la región en la que habitan –al igual que en el lenguaje humano con los diferentes acentos: costeño y norteño, entre otros–, y se conocen como dialectos, es decir, variaciones de una zona a otra.
Y no sólo eso, de igual manera hay aves, como el Mimus polyglottos, mejor conocido como cenzontle (Del náhuatl centzuntli) o ave de las 400 voces, que son “políglotas”, es decir, pueden imitar a otras especies para tener un mayor repertorio.
El canto permite distinguir, en la mayoría de los casos, si se trata de una hembra o un macho; de un adulto o un joven, pues con el tiempo los primeros incrementan su repertorio vocal –igual que un humano adulto aumenta su vocabulario– y los segundos, al estar en una etapa de aprendizaje, presentan “defectos” en sus interpretaciones.
Tampoco es igual el de los pájaros de la ciudad y los del campo. La frecuencia de los que tienen su hábitat en zonas urbanas se eleva debido a que deben comunicarse a pesar del ruido.
La importancia de tener un registro sonoro también estriba en que cada especie tiene un canto particular y eso sirve como carácter taxonómico para distinguir unas de otras, aunque su apariencia sea igual; incluso, se pueden llegar a hacer nuevos registros únicamente con la grabación, sin tener el ejemplar físico u otra prueba.
Así, sirve para realizar estudios evolutivos, ecológicos o de monitoreo. Por ello, en el laboratorio de Adolfo Navarro, en la Facultad de Ciencias (FC), un grupo de universitarios se ha abocado, desde el año 2000, a crear una Biblioteca de Sonidos Naturales, perteneciente al Museo de Zoología Alfonso L. Herrera, de la misma entidad.
A la fecha, ese acervo de “especímenes acústicos” se conforma por alrededor de seis mil cortes, pertenecientes a alrededor de 350 especies de aves de México (de entidades como Chiapas, Guerrero, Oaxaca, Veracruz, Yucatán Nayarit, Sinaloa y Baja California), Mongolia y El Salvador, aunque también están presentes otros grupos animales, como insectos, anfibios y mamíferos, así como algunas grabaciones ambientales, explicó el biólogo Alejandro Gordillo, responsable de la Biblioteca.
Además, “está disponible a la sociedad a fin de que se conozca, se consulte y se difunda para fines de investigación, divulgación y docencia”.
Recopilación y análisis
Alejandro Gordillo relató que la biblioteca se nutre del material recopilado en el trabajo de campo de académicos y estudiantes en diferentes partes de México y otros países, además de recibir donaciones de aficionados u otros investigadores.
Como en cualquier colección científica, para que la grabación sea válida debe llevar datos asociados como los geográficos (estado, localidad y fecha); conductuales (si el individuo presentaba conducta de forrajeo, cortejo o alimentación); climáticos (humedad, temperatura); taxonómicos (especie) y personales del grabador (nombre de quien graba y dirección). Sin embargo, no siempre se tiene toda esta información.
Una jornada de grabación en campo inicia a las cinco –hora en que las aves diurnas comienzan a cantar– y hasta las 10 u 11 de la mañana (al terminar sus “vocalizaciones”). Otra, de las cinco de la tarde y hasta las siete u ocho de la noche, pues hay otro periodo de actividad alta y una más durante la media noche, para aves nocturnas.
“Hacemos recorridos en veredas, donde sabemos cuál especie es la de interés y tratamos de ubicarla. El trabajo de la colecta se puede alargar durante 15 o 20 días si las condiciones lo permiten. Esa labor es similar para cualquier grupo animal”.
Marco Fabio Ortiz Ramírez, estudiante de doctorado, expuso que las grabaciones se realizan lo más cerca posible del individuo y ello depende del micrófono que se utiliza, pues la conducta animal se modifica. “Un parámetro adecuado es de 20 a 25 metros de distancia”.
Se busca, añadió, que sea lo más pura posible desde el inicio; es decir, sin el canto de otras aves. “Los equipos que utilizamos son muy focales y con esto podemos eliminar mucho del ruido ambiental y de otras especies. No obstante, a veces cantan de forma simultánea y resulta imposible separarlos”. No obstante, si lo hacen a diferentes frecuencias ahí entra el trabajo de computación para separarlas.
Al respecto, Alejandro Gordillo indicó que los registros se pueden realizar en diferentes formatos, como el MP3, pero no se recomienda si se pretende usar las grabaciones para un análisis. El que más se utiliza para la investigación científica es el WAV, formato de audio digital no comprimido que permite obtener mejor calidad.
La duración es variable, de acuerdo con el objetivo de estudio y la especie. “Si queremos el repertorio completo de un individuo, por lo general es suficiente con cinco a 10 minutos”, acotó Ortiz Ramírez.
Las recopilaciones se hacen, de preferencia, en la temporada reproductiva, de la primavera a mediados de verano, fase en que los machos atraen a las hembras; entonces se presenta el máximo de cantos en la naturaleza. A lo largo del año puede haber llamados, vocalizaciones cortas y sencillas para mantenerse comunicados o en alerta, pero son menos elaborados que un canto de cortejo.
Ya en el laboratorio se analizan las frecuencias, duración y el tipo de notas y sílabas, lo mismo que las frases y los cantos completos. Vemos cómo son esas sílabas, si se repiten o no, si hay una parte que se conserva y sólo se modifica la parte inicial, final o intermedia, abundó.
Algunos proyectos
A partir de la biblioteca de sonidos se han derivado diferentes proyectos de investigación, como el de Marco Ortiz Ramírez, que indaga la evolución de varias especies de aves mexicanas en islas y el continente.
Por ejemplo, Roberto Sosa López encontró que el canto de Campylorhynchus rufinucha no es el mismo, cambian las frecuencias y el número de sílabas y notas; podrían ser distintos por las condiciones ecológicas o tratarse de especies distintas. Actualmente, estudiantes también desarrollan investigaciones con cantos de otras aves trogloditas en México.
Al respecto, la académica Blanca Hernández explicó que otro caso es Euphonia affinis, cuya distribución va de Jalisco a Guerrero, en el oeste del territorio, y en el este, de Veracruz y Puebla, hasta la Península de Yucatán y Chiapas. Se consideraba una sola, aunque las distingue el color de las plumas cobertoras de la cola, blanco o amarillo.
No obstante, las del Pacífico no responden al llamado de las otras, por lo que la comparación se sumará a otros estudios, entre ellos genéticos, que permitan determinar si son la misma especie.
La Biblioteca de Sonidos está disponible a través de una liga en la página del Museo de Zoología de la FC http://biologia.fciencias.unam.mx/BSAMZFC/BSAMZFC.htm “Queremos que todos tengan acceso al acervo y nos hagan consultas, preguntas y comentarios”, invitó Alejandro Gordillo. BP