LECTURAS
Por: Noé GUERRA PIMENTEL
“La Ley Orgánica de la Universidad de Colima es un tema que debe someterse a un análisis serio y profundo, porque no puede tomarse una decisión sin que pase por un tamiz de reflexión colectiva…” Gobernador de Colima. 23.11.19
De entrada, hay que serenarse. El asunto no es tan simple. Hay que tomarlo y tratar de actuar con altura de miras, desprovistos de intereses personales y de acuerdo con el momento histórico.
Traigo el tema ante el acalorado debate y el clima de linchamiento que desde hace dos semanas enfrenta un diputado local por haber puesto en la agenda pública la revisión de la ley orgánica de la casa de estudios, reacción que como sociedad nos debe preocupar.
La apuesta no debe ser al estancamiento de un ente que, por su naturaleza, debemos mantener vivo. Bien lo señaló José Ignacio Peralta, el gobernador del estado el sábado 23 de noviembre, cuando al preguntársele al respecto respondió: “La Ley Orgánica de la Universidad de Colima es un tema que debe someterse a un análisis serio y profundo, porque no puede tomarse una decisión sin que pase por un tamiz de reflexión colectiva…”
El esquema no es tan simple. Implica seriedad y compromiso responsable. El análisis, la revisión integral de todos sus procesos, la actualización y mejora donde haga falta y la eliminación de lo que ya no funcione como procedimiento, sería lo correcto. Tacto, cuidado de las formas, mayor sensibilidad y tranquilidad fue, quizá, lo que le faltó al diputado local, cuestión de formas, detalle atribuible a su inexperiencia.
No obstante, debemos aprovechar esta coyuntura y pasar de la superficialidad de las descalificaciones para, tomándole la palabra al legislador y al gobernador, desde el propio legislativo en coordinación con la universidad, se convoque con toda oportunidad, transparencia, apertura y pluralidad para que concurran quienes se interesen y que con un auténtico sentido democrático aporten apostando por la universidad del siglo XXI, la de clase mundial y la del futuro que nos han dicho los slogans rectorales.
No debemos caer en la tentación de trivializar un asunto tan importante como lo es la educación técnica, académica y, sobre todo, crítica, de las generaciones por venir. Estos no son tiempos de satanizar ni de quemar a quien piensen diferente. Hay que partir de que nada es para siempre y que ningún organismo vivo es inamovible, suponerlo sería aniquilarlo. No debe serlo y menos en una entidad como la universidad, un ente que por sus propósitos, condición, esencia y origen debe ser dinámico, prospectivo, de avanzada, plural, y de vanguardia; lo contrario, reitero, en absoluto resulta un contrasentido.
Eso lo sabían quienes hará 50 años iniciaron su lucha desde el interior de la universidad. Vale recordar ese capítulo reciente de la historia local y no olvidar que no fue terso, incluso con el registro de episodios de sangre y zozobra, los testigos aún hablan. En consecuencia, no queremos que eso se repita, no obstante, hay que reconocerlo, por eso mismo la de Colima, es la universidad que es, porque aquellos, como nuevas voces se hicieron escuchar y ante su energía no solo la casa de estudios sino Colima entero tuvieron que abrirse y asumir la nueva realidad y aceptar el estatus que aquellos propusieron haciendo valer, si se quiere, la esencia del espíritu universitario, lo hicieron reinventándola para hacer una universidad que así correspondió a los tiempos, tiempos que ya no son los mismos.
Nos debe quedar claro que la revisión del marco normativo tanto de la universidad como de otros organismos que funcionan con recursos financieros públicos, con financiamiento público o dinero de nuestros impuestos, es facultad inalienable y atribución del legislativo, que para eso está y que de ninguna manera implica que por ese simple hecho se esté violentando la autonomía universitaria que, así como algunos la están presentando, resulta mal interpretada. Revisión y, en su caso, adecuación o reforma que, de ninguna manera, sería violatoria ni de la constitución ni de la ley vigente, estamentos legales, ambos, que tampoco son intocables o inamovibles ¿entonces para qué querríamos a los legisladores?