«Los resultados son claramente opuestos a lo que esperábamos», dijo el doctor David Allsop, del Centro Nacional de Información y Prevención del Uso de Cannabis de Australia en la Universidad de Nueva Gales del Sur, Randwick, y que no participó del estudio.
Lo más sorprendente fue «que los adictos tendían a no reducir el consumo», agregó.
La adicción a la marihuana duplica el riesgo de desarrollar un trastorno depresivo y la depresión es común en los adictos a esa droga que buscan tratamiento, lo que sugiere que la detección y el tratamiento de la depresión ayudarían a las personas con ambas enfermedades.
El equipo de la doctora Frances R. Levin, del Instituto Psiquiátrico del Estado de Nueva York, puso a prueba esta idea en un ensayo clínico aleatorizado, a doble ciego, versus placebo, con 103 personas con depresión y adicción a la marihuana.
La mitad utilizó venlafaxina de liberación prolongada y la otra mitad, un placebo (grupo control).
En “Addiction”, los autores publican que tres veces más pacientes del grupo control pudieron abstenerse de consumir cannabis durante por lo menos dos semanas, el objetivo primario (36,5 versus 11,8 por ciento).
Al comparar a los pacientes con niveles iniciales similares de THC (tetrahidrocannabinol), el uso de un placebo aumentó 4,51 veces más que la venlafaxina la posibilidad de cumplir dos semanas de abstinencia sin recaídas.
No varió entre los grupos la proporción de pacientes con una mejoría del 50 por ciento en la evaluación de la gravedad de la depresión o con menos de 8 puntos en la Escala de Depresión de Hamilton.
Los resultados secundarios mostraron niveles de THC más altos en el grupo tratado con venlafaxina que en el grupo control, en el que la disminución del nivel de THC estuvo asociada con una reducción de la depresión.
En cambio, los niveles de THC se mantuvieron elevados en el grupo tratado con venlafaxina, aun con un valor bajo en la escala de gravedad de la depresión.
La pérdida de libido fue el único efecto adverso más común en el grupo tratado con venlafaxina que en el grupo control y la adherencia al tratamiento no varió entre los grupos.
«Los médicos que atienden a pacientes con depresión y adicción a la marihuana que no responden a la orientación ambulatoria deberían probar intervenciones psicosociales más intensivas o antidepresivos», dijo el equipo.
«Aunque, hasta ahora, existe poca información sobre la efectividad de esos fármacos en personas con depresión que consumen marihuana», agregó.
Los autores sostienen que «el bajo nivel de abstinencia en ambos grupos sugiere que habría que desarrollar más tratamientos para esta población».
Allsop recordó que la doctora Margaret Hane probó en Estados Unidos el uso de nabilona, un análogo sintético de la THC, con cierto éxito, aunque recién está comenzando esa investigación.
Con información de Reuters