TAREA PUBLICA
Por: Carlos OROZCO GALEANA
En memoria de Jimmy Goldsmith, generoso impulsor del deporte colimense.
El régimen actual se ha empeñado en desaparecer instituciones que, a su juicio, no merecen existir o que de plano fueron contaminadas por la corrupción.
En base a “otros datos” que tiene la Presidencia, junto con Hacienda, se han ultimado sin dar explicaciones organismos como el Instituto Nacional de Evaluación Educativa, el Seguro Popular y luego tocó turno a las zonas económicas especiales.
Las zonas económicas especiales fueron áreas delimitadas geográficamente con ventajas naturales y logísticas para convertirse en regiones muy productivas. El objetivo de su constitución fue democratizar la productividad a nivel regional para que sus habitantes tuvieran las mismas posibilidades de desarrollo y bienestar que los del resto del país.
Lo último que se supo de ellas es que se cancelaron como opción de impulso al desarrollo en territorios que exigen inversiones para detonar el crecimiento, venido a menos los últimos trimestres. Quizás la retracción económica tenga algo que ver con este borrón. La confianza empresarial está minada por no decir que por los suelos, pero no preocupa mucho a los que toman decisiones económicas en la 4T.
Lázaro Cárdenas, Salinas Cruz, Puerto Chiapas, Coatzacoalcos, Tabasco, Campeche y Progreso, Yucatán, fueron los lugares que se cancelaron como zonas económicas. Si Manzanillo hubiera sido zona especial, como lo proponía el gobernador Ignacio Peralta recién tomó el cargo, en este momento estaría también cancelada y no valdrían gritos ni sombrerazos. Y estarían canceladas inversiones y habría instalaciones a medio hacer.
Pero como México no es China, este modelo ha fracasado. No pensamos igual mexicanos y chinos ni compartimos naturaleza política como gobierno, como se aprecia. Las Zonas Económicas Especiales, creadas a semejanza de aquel modelo en el sexenio pasado, fueron pensadas para brindar condiciones fiscales y laborales favorables para la inversión directa.
Los decretos que las formalizaron tardaron en llegar y ahora, a un año del actual gobierno, la incertidumbre que las rodeó culminó con su desaparición. A pesar de que en su momento industriales mexicanos pidieron al presidente Amlo una consideración sobre las ZEE, la Secretaría de Hacienda argumentó que “era excesivo su número en la administración de Peña Nieto”.
Pero hay una razón más de peso para explicar la desaparición de las ZEE: la reducción de impuestos que se daría en varios puntos del país va en contra de la política general del Sistema de Administración Tributaria, que intenta recaudar la mayor cantidad de recursos posible. A pesar de ello, el presidente de la Cámara Nacional de la industria de la Transformación (Canacintra), Enoch Castellanos Pérez, dijo que “si las Zonas Económicas Especiales se esfuman, se cometería un error estratégico para la región sur-sureste del país.”
Ha de saber el lector que la Ley Federal de las Zonas Económicas Especiales fue publicada el 1 de julio de 2016 en el Diario Oficial de la Federación, aunque los decretos de creación tardaron un par de años en aparecer.
Lo que pasa es que estamos desandado el camino otra vez, como lo hicimos en el ámbito educativo. Ponemos la carreta por delante de los caballos. Con las ZEE se perdió un incentivo para atraer inversiones no obstante la carencia de recursos de infraestructura existente, ya que sería la iniciativa privada la que aplicaría recursos. Con esto, ha expresado el IMEF ( Instituto Mexicano de Ejecutivos de Finanzas), se cancela en definitiva la oportunidad de detonar el desarrollo en el sur y en una parte de occidente ( Lázaro Cárdenas) y se envía un pésimo mensaje al mundo: ¡ México es país “cangrejero”, se camina para atrás!
Al cancelarse incentivos fiscales, aduaneros y económicos en aquellas siete regiones, se rezaga la posibilidad de generar crecimiento, que es uno de los temas que más preocupan a los estrategas económicos del gobierno de Amlo. No se sabe ahora si habrá estrategias nuevas en esas zonas.
Nos encontramos ante una encrucijada de efectos que aún no pueden medirse. Si bien hay indicadores como el del flujo de la inversión extranjera directa y la contención de la inflación, tenemos un pib enflaquecido y un registro de crecimiento de índole recesiva. El gobierno de López Obrador debe de pensar más de una vez si es buena estrategia terminar lo que funcionó en el anterior solo porque no ha sido su obra.