En palabras Llanes
Por: Alberto LLANES
Ya lo mencioné en un post del Facebook, lo más chido, para mí, de la feria de Colima, lo encontré en la zona Pic-Nic que nos merecemos y nos merecíamos desde hace mucho tiempo.
Donde, en familia, puedes ir a oír y ver rock and roll «que nunca muera el rock, por favor», beber cerveza, acompañarla con una buena hamburguesa, costillas, pizza, boneless, alitas o la botana de tu preferencia, compartir la velada con amigos, amigas o amigues «por aquello de ir modificando la lenguaja» y pasarla a todo dar, bailar «porque también hay una gran pista para hacerlo», echar el slam con tus compas y, sobre todo, conocer a las bandas locales que están de moda…
Hace tiempo que estoy retirado «aunque no sé si este sea el término adecuado», de la escena rock de Colima; antes, era uno de los que siempre o, por lo menos, muy regularmente estaba en las tocadas que se organizaban, en varios puntos de nuestra amada ciudad, nuestra Colima «huelga decir por ahí».
Sin embargo, esa zona Pic-Nic en la feria me ha, digámoslo así, de una manera u otra, re-conectado con algunas de las bandas de rock; obviamente esos escenarios me traen recuerdos de cuando en la década de los años noventa, circulaba con mi grupo de amigos a las tocadas ya sea en Plaza Country, en lugares abiertos o en bares destinados a ello. Mis compañeros de antaño eran Delasónica, llamados también en algún tiempo Aguda Atadura. Los asistentes, como los asistentes a las presentaciones de libros, siempre éramos los mismos. Así es esto y es lo que hay.
Tuve la fortuna de conocer al Colectivo Zopilote en un bonito bar, La Trova, de mi querido amigo Aníbal Torres, hermano de mi querida amiga Vianney Torres de la hermosa y distinguida familia Torres de Colima, a quienes admiro, quiero y respeto mucho. Ese día, si mal no lo recuerdo, asistí al bar mencionado gracias a la invitación de otro muy querido amigo: el historiador y poeta Héctor Porfirio Ochoa Rodríguez, mejor conocido por la banda trovera como: Tito o El General y, en otros mundos, simplemente como Porfirio. Era su cumpleaños y, salvo la bebida, la comida estaba pagada y, supongo yo, la música también.
Esa noche tocó, ahí, Colectivo Zopilote, se presentaron y empezó el espectáculo, grandioso, cantando y tocando los éxitos del antier, de una de mis bellas épocas de bachillerato, facultad y anexas. Me prendí indiscutiblemente. Si no mal recuerdo, ese día abrieron con un rolón: Ain´t no sunshine (when she´s go) original de Bill Winters, lanzada en el año de 1971 y ahí descubrí que esa banda colimota traía Flow, mucho Flow, porque no cualquier grupo toca esas rolitas y menos en una provincia como Colima o, por lo menos, en los noventa, eso no sucedía, se tocaban los mismos covers de siempre. Claro, esto con el sello que va siendo ya característico del Colectivo Zopilote.
El repertorio fue in crescendo «como se estila decir en la jerga musical», las cervezas fueron aumentando y llegó el momento de escuchar una rolita que, en vivo, no me había tocado oír: La negrita del grupo La unión, ahí dije que este grupo, sería mi grupo de ahora en adelante. Por fortuna en estos días tenemos internet, redes sociales y demás, en los noventa, esto era impensable, empecé a seguir a Colectivo Z en Facebook «una red social que ya es para viejitos rancios como yo» y en Instagram donde se conocen como Colectivo Zopilote y los voy conociendo poquito mejor.
No sé o, por lo menos, no recuerdo que el año pasado estuvieran en los terrenos de la feria tocando, pero en esta ocasión sí estuvieron y, por lo menos fui a verlos en dos ocasiones, la primera vez fue de pura chingadera, yo pasaba por ahí, oí una canción conocida, me acerqué y descubrí que eran ellos/as; le dije a mi mujer, quién también me había acompañado aquella ocasión al bar La Trova al cumpleaños de Tito, que nos quedáramos a verlos y así lo hicimos, esa ocasión, el vocal principal anunció con bombo y platillo que el viernes 10 de noviembre también estarían tocando ahí, alrededor de las seis y media y le dije a mi mujer, el viernes sin dudarlo aquí estaremos y sí, ahí estuvimos.
Acompañados de nuestra amiga Ary Martínez, Mirna y yo, llegamos a la zona Pic-Nic de la feria a la hora pactada. Con impresionante puntualidad, los zopilotes «esto dicho con todo el respeto que me merecen», se levantaron de sus respectivos lugares que ocupaban dentro de la citad zona, se apersonaron en el escenario y ¡tras!, comenzó la pinche magia que envuelve al rock and roll «no te pinches mueras nunca, por piedad te lo pido». El escenario se convirtió en un hervidero de luces, sonidos, guitarras, acordes, ambiente, desmadre/padre «por aquello de la inclusión» y los éxitos del antier empezaron a sonar. Abrieron con un tema en español, repito, al estilo del colectivo y rompieron madres y padres al llegar a tocar a Molotov con una canción que, para estos días que corren es arriesgada, pero otras tonterías más se dicen en el reguetón y ahí nadie les dice nada. Estoy hablando del tema Rastaman-dita «pareces una botella, de chaparrita, baila rica nena más pegadito, baila rica nena suavecito, me gusta chichí, me gusta chachá, yo quiero que me des, que me des papayá»…
En fin, para quien no haya ido a verlos, «generalmente se están presentando en el DMT Rock Bar», vayan a verlos y a pasar una velada increíble con esos éxitos musicales que, dijeran por ahí, ni el YouTube los tiene… Larga vida para el Colectivo Zopilote, para la escena rock estatal «no te mueras nunca, por favor yo te lo pido» y para toda la banda que gusta de esta expresión cultural, porque, ya lo dijo Alex Lora, el rock es cultura… y escultura… también.